Lenguadoc. Século XIII
As Forças Políticas
«(…) Unavez más se destaca la convivencia
que existía entre señor y caballeros, al mismo tiempo que se señala de forma
clara la otra convivencia: la de caballeros y cátaros. Está demostrado, ya
fuera por la juventud de Ramón-Roger, cuando se inicia la Cruzada tenía sólo veinticuatro
años, o por el aire democrático que impregnaba el país, que Guilhem de Puylaurens, cronista
de los cruzados, tiene más razón que un santo al afirmar que durante los años que precedieron a la Cruzada, nada había obstaculizado la
propagación de la herejía. Muy distinto era el ambiente que reinaba en
Narbona y su reducido vizcondado. El vizcondado de Narbona compartia el dominio
de dos señores: el vizconde y el obispo. Pero mientras el pequeño territorio
confería escasa importancia al señor civil, el representante religioso tenía
gran categoría, ya que Narbona era la sede del arzobispado del Lenguadoc,
con amplios poderes de jurisdicción eclesiástica sobre territorios de su
entorno. En tiempos de la Cruzada, el poder civil estaba en manos de los Lara y
concretamente en las de Aimeric de Lara, que lo había heredado de su tía Ermengarda
de Narbona. El otro señor, el eclesiástico, era un personaje sumamente
interesante. Se trata de Berenguer, hijo natural de Ramón BerenguerIV, el que
cristalizó la unión de Cataluña y Aragón. Es, por lo tanto, hermanastro de
Alfonso el Casto y, en cierta medida, tío de Pedro I. La carrera de los hijos
naturales reales era, en muchos casos, la carrera eclesiástica, y en este caso
se puede decir que a Berenguer le sonrió la fornrna en ella Después de pasar
por diferentes dignidades menores accede al cargo de obispo de Lérida y de allí
es catapulado a la sede territorial de Narbona, de la cual es arzobispo desde
el año 1191.
Berenguer, que debió de tener
muchas virtudes religiosas, se hizo notar, sin embargo, por sus inclinaciones
humanas, y destacó sobremanera por su ambición de lucro. Existe una carta muy
clara, como todas las de Inocencio III, en la que retrata a su representante: Pero la causa de todos los males [del Lenguadoc]
reside en el arzobispo de Narbona: es un hombre que no conoce más Dios que el
dinero; en el lugar del corazón tiene un portamonedas. Al cabo de diez años
[...] no ha visitado ni una sola vez su
diócesis [...]. Cuando una iglesia queda vacante se abstiene de nombrar titular
y así se aprovecha de las rentas. En su diócesis monjes y canónigos rechazan el
hábito, conviven con mujeres, practican la usura....
Que a Berenguer le gustaba el
dinero es cosa cierta. Siempre tuvo mucho interés en continuar rigiendo otras
instituciones que nada tenían que ver con Narbona. De este modo, a pesar de la
gran distancia a que quedaba de su arzobispado, Berenguer continuó siendo abad
de Montearagón, un monasterio de monjes regulares, en Huesca. Era un monasterio
muy rico, al cual Berenguer viajaba a menudo y en el que pasaba temporadas
dedicado al recuento de caudales. Si bien Berenguer sucumbia al pecado de la
avaricia, el tratamento que daba a los problemas de la fe era muy distinto,
especialmente en lo relativo a la herejía. El vizconde Aimeric, por su parte,
trataba de seguir las pautas ortodoxas de sus admirados franceses del norte. De
este modo, uno y otro lograron que en la ciudad y en su territorio apenas
tomara alas la herejía.
Observemos lo que sucedía en el otro
extremo, pasando del pequeño vizcondado de Narbona al escasamente más extenso
condado de Foix. Dado que los Foix eran originarios de Carcasona, todo quedaba en
casa. En tiempos de la Cruzada reinaba aquí el conde Ramón Roger, y todo el mundo
está de acuerdo en afirmar que no sólo las gentes del país, sino los mismos condes
eran, más o menos, cátaros. Tanto Ramón-Roger como su hijo Roger
Bernart, que lo sucedió durante la Cruzada, negaron, sin embargo, de forma
absoluta y enérgica este supuesto. Al igual que los señores de Tolosa y al
igual que los Tiencavel, se opusieron a las fuerzas de la Cruzada y es bien
sabido que la fortuna no les fue favorable. Tãmbién es verdad que el calificativo
de herejes que se dio a los condes de Foix es una cuestión de mujeres, en el buen sentido de la palabra. Es
cierto y real que hay tres mujeres, como mínimo, que giran en torno de los Foix
y que eran cátaras de manera declarada.
- La primera, Felipa de Foix, esposa de Ramón Roger y madre de Roger Bernart;
- La segunda, Esclaramunda de Foix, hermana y tía respectivamente de los condes;
- y la última, Ermesenda de Castellbò, la mujer catalana de Roger Bernart.
Estas tres damas, de una importancia
indiscutible en la pequefla corte pirenaica, son cátaras convencidas, y así lo
admiten en sus escritos de descargo sus maridos y hermano. Ramón Roger afirma,
por ejemplo, en referencia a su hermana Esclaramunda, el año 1215: si mi hermana ha estado mal aconsejada y ha sido pecadora, como es
cierto, yo no debo, por sus pecados, arruinarme. Bastantes años
después, concretamente en 1241, delante de los inquisidores, Roger Bernart no
deja muy bien parada a Ermesenda. En el sumario inquisidor se puede leer lo
siguiente: Roger Bernart dice no haber
visto a la condesa, su esposa, después de que ella se volviera herética y que
desde entonces él no le dio nunca nada más, fuera lo que fuese... De
las tres
famosas damas, sin duda la más comprometida con el catarismo fue Esclaramunda,
que al enviudar de su marido, justo a finales del siglo XII, se hizo cristiana
y, recibiendo el consolamentum,
pasó
a ser perfecta. Esclaramunda se convirtió en un mito
para los historiadores del Lenguadoc, la personificación de la
Dama de las cortes de Amor, la inspiradora de los trovadores, la Bella.
Ya sólo nos resta presentar a los dos reinos externos al
Lenguadoc, atentos, empero, a lo que en él sucedía. En tiempos de la Cruzada,
Felipe Augusto era el rey de Francia. El año 1180 moría su padre Luis VII, llamado el Joven, que había estado casado con aquella figura novelesca, digna
de Walter Scott, que fue Eleanor de Aquitania, una dama de la
Occitania occidental, amiga de trovadores y poetas... y coleccionista de amantes
regios. A Felipe II se le denominó el
Augusto porque incrementó el magro territorio capeto, primero a costa de
Normandia y después.con la conquista del ducado de Bretaña. La Batalla de
Bouvines, librada en los momentos más álgidos de la Cruzada, aseguró la consolidación
del Reino de Francia, a la vez que frenaba cualquier tentación que pudiera
tener el Imperio Germánico, en el otro lado de Europa. Felipe Augusto es el
primer rey de la nueva Francia que puede respirar con cierta tranquilidad». In
Jesus Mestre Godes, Els Cátars, Problema religiós, pretext politic, Cathari,
Ediciones Península, 1997, ISBN 84-8507-710-8.
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