Myriam Seco, a arqueóloga sevilhana
Cortesia do jornal elpais e jdact
(continuação)
Ya raies!
«El templo de Millones de Años de Tutmosis III (así se denominaba a
los templos funerarios del Imperio Nuevo) era un lugar de culto del rey
divinizado y asociado con Amón. Construido sobre una necrópolis de época
anterior (un “gruyère de
tumbas”, en palabras del arqueólogo libanés Ibrahim Noureddine), es una vasta
extensión de ruinas cuya comprensión dificulta aún más el hecho de que parte de
su superficie está atravesada por la carretera de acceso a la zona arqueológica
del West Bank, la ribera oeste de Lúxor. El proyecto que dirigen Myriam Seco y, por parte egipcia, Nur
Abd el Gafar Mohammed, y que pretende que el templo sea visitable como un museo
al aire libre, es fruto de la cooperación entre el Servicio de Antigüedades
egipcio y la Academia de Bellas Artes de Sevilha, y lo financian CEPSA y la Fundación Botín. Los trabajos comenzaron en 2008, con una temporada
dedicada prácticamente a quitar escombros. Lo que se ha hecho desde entonces,
en cinco campañas, es portentoso. Lo que parecía un descampado se está
convirtiendo en un monumento con todas las de la ley. Todavía hace falta que te
lo detallen, pero la estructura es comprensible y parte de ella, tras una
concienzuda labor de excavación y reconstrucción, resulta visible. Los
arqueólogos han sacado a la luz los pilonos de entrada del templo, de los que
se conserva una parte importante, aunque quedan incongruentemente al otro lado
de la carretera por la que transita el tráfico rodado, incluidos los pocos
autocares de turistas que visitan Lúxor desde la revolución. Todo el recinto
del templo, dispuesto en terrazas unidas por rampas, estaba amurallado e
incluía diferentes patios. El templo funerario de Tutmosis III estaba dedicado a Amón aunque englobaba también una
capilla consagrada a la diosa Hathor.
Los arqueólogos calculan que se usaron diez millones de bloques de adobe
para levantar el muro que rodea el templo.
Cada cuadrilla marcaba sus piezas con un símbolo.
Cada cuadrilla marcaba sus piezas con un símbolo.
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La zona ha cambiado mucho en los últimos años al decidir el Gobierno echar
abajo las viviendas de la gente que desde hace generaciones vivía en la zona.
Un desahucio realmente faraónico. El paisaje ha recuperado su autenticidad y
sobriedad. Resulta hermoso y misterioso. Solo faltan los chacales y las
patrullas de policía Medjay con babuinos. Quedan varias casas en pie. Myriam
explica que tras la revolución, aprovechando el caos, algunas de las familias
trasladadas fuera del área arqueológica han regresado y las usan como segunda
residencia. La mudira, que viste vaqueros y camisa de cuadros y se toca
con un sombrero de paja con una cinta en la que se lee “Banco de Santander”,
traza sobre el polvo junto a la carretera un somero plano del templo, ajena al
paso de un tractor.
Se empezó a construir en los primeros años de reinado de Tutmosis III y
acabó en época de su hijo Amenofis II. Está excavado en la roca y rodeado de un
potente muro de adobe. Tras la entrada con pilonos, se accedía por una rampa a
un primer patio, otra rampa llevaba a un pórtico con pilares y estatuas
osiriacas del faraón, y de ahí se accedía a un peristilo (patio descubierto con
columnas) y a la sala hipóstila. Al fondo estaba el santuario, con las capillas
dedicadas a la barca de Amón, a Ra Horajti y al difunto faraón. Una de las
capillas era abovedada. “Una de las grandes atracciones del templo”, insiste
Seco, “son los pilonos; es excepcional que se conserven pilonos de adobe como
estos de la 18ª dinastía”.
Le pregunto por los grandes agujeros que parecen pozos y pueden verse en
varios lugares del templo. “Eran maceteros gigantes en los que se habían
plantado árboles que creaban zonas verdes”. Como parte del proyecto de
museización se quiere replantarlos. Y es verdad que uno agradecería su sombra.
El templo fue excavado antes por Weigall, rival de Carter, en 1907 (un mes), en
el curso de su frenética actividad en Lúxor, y luego, en los años treinta, por
el suizo Herbert Ricke, que, como arquitecto, estaba interesado en dilucidar la
planta, pero nunca en toda su extensión.
El entusiasmo de Myriam es contagioso –“tienes que imaginarte todo esto
imponente, con los muros encalados y los estandartes flameando”– y pronto me
encuentro disfrutando de lo lindo. Los materiales de construcción y decoración,
me recalcan, son de primera, como corresponde a un monumento consagrado a un
faraón. “Aquí trabajaron los mejores artesanos de la necrópolis tebana, los
tipos de Deir el Medina se ganaron el sueldo”, subraya Javier Martínez Babón,
que, como especialista en historia militar del antiguo Egipto, está encantado
de excavar el templo del gran faraón guerrero. La arquitectura demuestra
también que la calidad era máxima: todo es de una exactitud y pulcritud
increíbles. “¡Qué tíos, cómo controlaban, trabajaban al milímetro!”. Myriam
señala la casa de los sacerdotes y otras dependencias halladas este año y que
podrían estar relacionadas con quienes se dedicaban al mantenimiento del
templo. Le pregunto si los constructores sabían que estaban en un cementerio.
“Probablemente. En otros templos también se han encontrado tumbas debajo. Eran
muy pragmáticos”.
Myriam Seco y otros miembros de la expedición que dirige en la entrada
de la tumba más profunda excavada hasta ahora en el templo de Tutmosis III.
de la tumba más profunda excavada hasta ahora en el templo de Tutmosis III.
Cortesia de elpais e jdact
El muro perimetral, que fue imponente, con diez metros de altura, está
siendo excavado y reconstruido con adobes que se hacen junto al yacimiento como
hace 3.500 años, con la misma tierra, y paja. Lo de los adobes es un mundo.
Agustín Gamarra me explica cómo han descubierto que muchos presentan la marca
del adobero, para cobrar. Ya han detectado una veintena de esas marcas –líneas,
agujeros hechos con los dedos–, que les permitirán determinar la forma de
trabajar de los constructores. Inmaculada Lozano se dedica a consolidar parte
del encalado que aún se conserva en el muro. En un sector, parte de ese muro se
derrumbó en la antigüedad, posiblemente por un terremoto, y ha aparecido así,
congelado en el tiempo. ¿Cuántos adobes se utilizaron en el templo? “Uf,
calcula unos diez millones solo en el cerramiento “, dice Gamarra.
Al fondo del enorme yacimiento se encuentra el viejo almacén empleado por Weigall
y Ricke. “Había quedado tapado por escombros y una de nuestras primeras
sorpresas fue redescubrirlo: estaba lleno de piezas interesantísimas, sin
publicar, que aún estamos estudiando”. Dentro, la arqueóloga canadiense Erin
Wilson, que se encarga de los restos humanos y animales, está trabajando en el
esqueleto de un perro momificado. Junto a él me enseña unas trenzas que
aparecieron con el can y que han resultado ser de un niño y no de un perro
rasta. “Probablemente se las cortó y las enterraron con la mascota como muestra
de pena”. La misión española tiene su propia mascota, la perrita Lucky,
hallada desnutrida en el templo. En el yacimiento han aparecido también huevos
momificados. En un pote veo huesos humanos. Y una vasija llena de paquetitos.
“Puede que sean comida”, dice Wilson, “o quizá órganos”, añade con un
brillo de ilusión en sus bonitos ojos de color celeste.
Todo está lleno de fragmentos arquitectónicos, trozos de caliza y arenisca,
el granito de alguna columna o estatua; muchos, con bajorrelieves e
inscripciones, y algunos, con restos de pintura. Una cosecha maravillosa.
Observo una diosa mutilada, un texto con jeroglífico, una piedra con un ojo
pintado que parece mirarme desde un abismo de tiempo. Un trozo de cerámica
muestra una preciosa decoración en rojo y azul. El templo es un enorme puzle
que los arqueólogos tratan de recomponer clasificando con paciencia infinita
los fragmentos e introduciéndolos en una base de datos que permita dilucidar el
lugar que ocupaban. Deambulo tranquilo porque me han dicho que no hay
serpientes (aunque sí escorpiones, a los que Khalabi, el bromista aguador,
atrapa y arranca el aguijón antes de tirártelos por encima)». In Jacinto
Antón, La gloria de Tutmosis III, El País
Semanal, Cultura, 2012, Dezembro.
continua
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