sexta-feira, 14 de dezembro de 2012

Egipto. A glória de Tutmosis III. Jacinto Antón. «Quedan varias casas en pie. Myriam explica que tras la revolución, aprovechando el caos, algunas de las familias trasladadas fuera del área arqueológica han regresado y las usan como segunda residência»


 Myriam Seco, a arqueóloga sevilhana
Cortesia do jornal elpais e jdact

(continuação)

Ya raies!
«El templo de Millones de Años de Tutmosis III (así se denominaba a los templos funerarios del Imperio Nuevo) era un lugar de culto del rey divinizado y asociado con Amón. Construido sobre una necrópolis de época anterior (un “gruyère de tumbas”, en palabras del arqueólogo libanés Ibrahim Noureddine), es una vasta extensión de ruinas cuya comprensión dificulta aún más el hecho de que parte de su superficie está atravesada por la carretera de acceso a la zona arqueológica del West Bank, la ribera oeste de Lúxor. El proyecto que dirigen Myriam Seco y, por parte egipcia, Nur Abd el Gafar Mohammed, y que pretende que el templo sea visitable como un museo al aire libre, es fruto de la cooperación entre el Servicio de Antigüedades egipcio y la Academia de Bellas Artes de Sevilha, y lo financian CEPSA y la Fundación Botín. Los trabajos comenzaron en 2008, con una temporada dedicada prácticamente a quitar escombros. Lo que se ha hecho desde entonces, en cinco campañas, es portentoso. Lo que parecía un descampado se está convirtiendo en un monumento con todas las de la ley. Todavía hace falta que te lo detallen, pero la estructura es comprensible y parte de ella, tras una concienzuda labor de excavación y reconstrucción, resulta visible. Los arqueólogos han sacado a la luz los pilonos de entrada del templo, de los que se conserva una parte importante, aunque quedan incongruentemente al otro lado de la carretera por la que transita el tráfico rodado, incluidos los pocos autocares de turistas que visitan Lúxor desde la revolución. Todo el recinto del templo, dispuesto en terrazas unidas por rampas, estaba amurallado e incluía diferentes patios. El templo funerario de Tutmosis III estaba dedicado a Amón aunque englobaba también una capilla consagrada a la diosa Hathor.

Los arqueólogos calculan que se usaron diez millones de bloques de adobe 
para levantar el muro que rodea el templo. 
Cada cuadrilla marcaba sus piezas con un símbolo.
Cortesia de elpais e jdact

La zona ha cambiado mucho en los últimos años al decidir el Gobierno echar abajo las viviendas de la gente que desde hace generaciones vivía en la zona. Un desahucio realmente faraónico. El paisaje ha recuperado su autenticidad y sobriedad. Resulta hermoso y misterioso. Solo faltan los chacales y las patrullas de policía Medjay con babuinos. Quedan varias casas en pie. Myriam explica que tras la revolución, aprovechando el caos, algunas de las familias trasladadas fuera del área arqueológica han regresado y las usan como segunda residencia. La mudira, que viste vaqueros y camisa de cuadros y se toca con un sombrero de paja con una cinta en la que se lee “Banco de Santander”, traza sobre el polvo junto a la carretera un somero plano del templo, ajena al paso de un tractor.

Cada miembro del equipo sueña con encontrar en el templo de Tutmosis respuestas a sus preguntas
Se empezó a construir en los primeros años de reinado de Tutmosis III y acabó en época de su hijo Amenofis II. Está excavado en la roca y rodeado de un potente muro de adobe. Tras la entrada con pilonos, se accedía por una rampa a un primer patio, otra rampa llevaba a un pórtico con pilares y estatuas osiriacas del faraón, y de ahí se accedía a un peristilo (patio descubierto con columnas) y a la sala hipóstila. Al fondo estaba el santuario, con las capillas dedicadas a la barca de Amón, a Ra Horajti y al difunto faraón. Una de las capillas era abovedada. “Una de las grandes atracciones del templo”, insiste Seco, “son los pilonos; es excepcional que se conserven pilonos de adobe como estos de la 18ª dinastía”.
Le pregunto por los grandes agujeros que parecen pozos y pueden verse en varios lugares del templo. “Eran maceteros gigantes en los que se habían plantado árboles que creaban zonas verdes”. Como parte del proyecto de museización se quiere replantarlos. Y es verdad que uno agradecería su sombra. El templo fue excavado antes por Weigall, rival de Carter, en 1907 (un mes), en el curso de su frenética actividad en Lúxor, y luego, en los años treinta, por el suizo Herbert Ricke, que, como arquitecto, estaba interesado en dilucidar la planta, pero nunca en toda su extensión.
El entusiasmo de Myriam es contagioso –“tienes que imaginarte todo esto imponente, con los muros encalados y los estandartes flameando”– y pronto me encuentro disfrutando de lo lindo. Los materiales de construcción y decoración, me recalcan, son de primera, como corresponde a un monumento consagrado a un faraón. “Aquí trabajaron los mejores artesanos de la necrópolis tebana, los tipos de Deir el Medina se ganaron el sueldo”, subraya Javier Martínez Babón, que, como especialista en historia militar del antiguo Egipto, está encantado de excavar el templo del gran faraón guerrero. La arquitectura demuestra también que la calidad era máxima: todo es de una exactitud y pulcritud increíbles. “¡Qué tíos, cómo controlaban, trabajaban al milímetro!”. Myriam señala la casa de los sacerdotes y otras dependencias halladas este año y que podrían estar relacionadas con quienes se dedicaban al mantenimiento del templo. Le pregunto si los constructores sabían que estaban en un cementerio. “Probablemente. En otros templos también se han encontrado tumbas debajo. Eran muy pragmáticos”.

Myriam Seco y otros miembros de la expedición que dirige en la entrada 
de la tumba más profunda excavada hasta ahora en el templo de Tutmosis III.
Cortesia de elpais e jdact

El muro perimetral, que fue imponente, con diez metros de altura, está siendo excavado y reconstruido con adobes que se hacen junto al yacimiento como hace 3.500 años, con la misma tierra, y paja. Lo de los adobes es un mundo. Agustín Gamarra me explica cómo han descubierto que muchos presentan la marca del adobero, para cobrar. Ya han detectado una veintena de esas marcas –líneas, agujeros hechos con los dedos–, que les permitirán determinar la forma de trabajar de los constructores. Inmaculada Lozano se dedica a consolidar parte del encalado que aún se conserva en el muro. En un sector, parte de ese muro se derrumbó en la antigüedad, posiblemente por un terremoto, y ha aparecido así, congelado en el tiempo. ¿Cuántos adobes se utilizaron en el templo? “Uf, calcula unos diez millones solo en el cerramiento “, dice Gamarra.
Al fondo del enorme yacimiento se encuentra el viejo almacén empleado por Weigall y Ricke. “Había quedado tapado por escombros y una de nuestras primeras sorpresas fue redescubrirlo: estaba lleno de piezas interesantísimas, sin publicar, que aún estamos estudiando”. Dentro, la arqueóloga canadiense Erin Wilson, que se encarga de los restos humanos y animales, está trabajando en el esqueleto de un perro momificado. Junto a él me enseña unas trenzas que aparecieron con el can y que han resultado ser de un niño y no de un perro rasta. “Probablemente se las cortó y las enterraron con la mascota como muestra de pena”. La misión española tiene su propia mascota, la perrita Lucky, hallada desnutrida en el templo. En el yacimiento han aparecido también huevos momificados. En un pote veo huesos humanos. Y una vasija llena de paquetitos. “Puede que sean comida”, dice Wilson, “o quizá órganos”, añade con un brillo de ilusión en sus bonitos ojos de color celeste.

El templo es como un gran puzle que los arqueólogos tratan de recomponer con paciencia infinita
Todo está lleno de fragmentos arquitectónicos, trozos de caliza y arenisca, el granito de alguna columna o estatua; muchos, con bajorrelieves e inscripciones, y algunos, con restos de pintura. Una cosecha maravillosa. Observo una diosa mutilada, un texto con jeroglífico, una piedra con un ojo pintado que parece mirarme desde un abismo de tiempo. Un trozo de cerámica muestra una preciosa decoración en rojo y azul. El templo es un enorme puzle que los arqueólogos tratan de recomponer clasificando con paciencia infinita los fragmentos e introduciéndolos en una base de datos que permita dilucidar el lugar que ocupaban. Deambulo tranquilo porque me han dicho que no hay serpientes (aunque sí escorpiones, a los que Khalabi, el bromista aguador, atrapa y arranca el aguijón antes de tirártelos por encima)». In Jacinto Antón, La gloria de Tutmosis III, El País Semanal, Cultura, 2012, Dezembro.

continua
Cortesia de El País/JDACT