Madrid,
24 de Janeiro de 1934
«Katherine,
bendita mía,
día bendito para mí, hoy. Llegó tu carta del 11, la de la recepción del libro.
Toda, toda, sin palabra perdida, me ha ido derecha al corazón, donde tú
querías, verdad? Cómo te agradezco,
alma, la falta de preparación de esa carta, su brotar como de manantial, su
veracidad continua! Prueba de amor, de confianza en mí y conmigo la que me das
al escribir así. Haces muy bien en fiarte de ti entera. Si tú hubieses
encargado esa carta a tu inteligencia, a tu juicio, a tu deseo de agradarme, de
decirme cosas bonitas de mis poemas, hubiese apreciado tu carta, de seguro,
pero jamás como aprecio ésta, escrita sobre la inteligencia y los juicios,
escrita con tu vida en acción. Tú sabes lo que te mandaba, vida. Lo has sabido
perfectamente. Mi libro no era mi libro. Lo que yo te he mandado no eran
poemas, no poesía, sino sobre eso, puesto encima de todo, sirviendo la poesía y
el libro únicamente como apoyo, como punto de arranque, algo más
entrañablemente tuyo y mío, sólo tuyo y mío, de nadie más, el amor de nuestra
vida. No es un libro: es una prenda, una señal material, una memoria, una
promesa del amor de nuestras vidas. Y qué bien lo ves tu, Katherine! No es mi
poesía lo que alabas apenas, no: es mi amor, lo que sientes, es lo que
te mandaba. Qué error hubiese sido contestar al poeta y no al enamorado! Y tu
inteligencia de amor ha acertado, como siempre. Toda la emoción que tú sentiste
esa noche vuelve a mí, se me comunica, regresa. Me dices cosas tan
elementalmente sencillas y directas que me quedo ante ti, ante ellas, como
purificado y renovado. Katherine, me canta en el alma el contento de ti, la
satisfacción de ti, el orgullo de ti. Cuanto más agradeces tú mi libro, en tus
frases, más agradezco yo tu amor tras ellas. No he leído tu carta pasivamente,
no. No me he dejado querer por ti, sino que sentía, paralelamente, a cada
expresión de amor tuya, subir en mí, en vez del simple agrado, del simple gusto
de recibirla, como mi ola de amor equivalente, respondiéndote. Era una
respuesta inmediata, como la luz al dar en un cuerpo que suscita en el acto su
sombra. Comprendes, Katherine, lo más hermoso
del efecto de tu carta? Que me hacías quererte conforme me querías. Que
tu misma te ganabas tu amor, con tus actos, con tus palabras, y que yo sentía
lo más hermoso que se puede sentir: el acorde perfecto, el funcionamiento sin
falta de un amor que da y reciba vida y provoca con cada uno de sus movimientos
el movimiento responsivo (relativo à resposta) correspondiente. Katherine,
hay alegrías inmensas en la vida, oyes?
De dos clases, para mí, nada más. Una cuando estás conmigo, otra cuando estamos
separados. De esta segunda, la de hoy no reconoce igual. Sólo podría aumentarse
– y cómo, hasta qué cielos! – con tu estar aquí o con mi estar allí. Pero de no
ser así, mi alegría de hoy es inmensa. Es de esos días en que se siente la
alegría de ser, de haber sido, de seguir siendo. En que todo, inquietud, dolor,
temores, ansia, hace tregua y se nos abre como una inmensa paz, pero no paz
quieta, inmóvil, sino una paz dinámica, que empuja, que nos alza. Paz hacia el
futuro, sabes? Muchas, todas
las palabras de tu carta me han conmovido este
libro representa tantísimo en mi vida...
Lloro sin querer... Wonder, beauty, terror..., lo mismo que
yo te decía, coincidencia milagrosa, en mi carta de ayer pero lo que me vuelve serenamente
loco de gozo es que sientas mi libro, as
if were the beginning of another book (como se fosse o princípio de
outro livro) Cuando me dices: Let’s live another book beginning now (vivamos
outro livro que começa agora), siento que no se puede decir más. Me llenas
de fuerza, de energía, de ánimos de vivir, de ser y hacer más, y todo a ti
debido. Y aún hay otra cosa, tan profundamente emocionante: hablas, al paso – y
muy bien – de mis poemas y de pronto dices, con tu modestia: And who am I to judge? (e quem
sou eu para julgar?). Pero inmediatamente, Katherine, sin vacilar,
escribes, con un orgullo que me llena de orgullo: Who else can judge so well, Pedro? (quem mais pode
julgar também, Pedro?).
Eso es,
alma, eso es. Eso quiero. En esta frase aceptas mi libro, lo haces tuyo, lo das
máximo valor nuestro. Eso es. No es poesía, sólo, no, es literatura, no es
vida, vida vivida, y ni críticos, ni historias, ni años, podrán jamás juzgar
mejor que la criatura por quien esa vida fue vivida, a cuyo lado fue vivida.
Ese orgullo de tu esencial colaboración en mi libro, ese Sí, Pedro, ese sí, soy yo,
ese reconocerse en él. Eso salvaremos, oyes?,
alma, siempre. Leerán ese libro otros ojos, otros seres, pasarán los poemas por
otras manos, pero en el fondo primero de todo, vistos por todos y no vistos por
nadie, presentes para todos, estaremos abrazados, sin que nadie nos desuna
jamás, tú y yo. Katherine? Pedro? No sé. El amante, la amada? No sé. Tú y
yo, sí sé. Dos seres que se aman desesperada y esperadamente, y han buscado
antes de tener espacio en la tierra, espacio más allá! Me alegro de ser poeta, de haber
escrito versos, de todo lo que me ha llevado a este libro. Pero no me
engaño: yo solo no lo hubiese escrito. Sin un alma tan hermosa como la tuya no
habría sido. Gratitud? Más que
gratitud. Conciencia clara, radiante, de que toda la hermosura que puede haber
en mi libro me une a ti, me enlaza a ti. Y no podré jamás sentir que el libro
es mío. No me sentiré nunca solo, en él».
Pedro
In
Pedro Salinas, (1891-1951), Cartas a Katherine Whitmore de 1932 a 1947, de Amor
e Desamor, Marco Contextual, Geração de 27, Wikipédia.
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