«Oh, no
quiero ceñirme a las reglas del arte!
Mis
pensamientos son vagabundos, mi
imaginación
errante y mi alma sólo se satisface
de
impresiones.
Jamás ha
dominado en mi alma la esperanza de
la gloria,
ni he soñado nunca con laureles que
oprimiesen
mi frente. Sólo cantos de
independencia
y libertad han balbucido mis
labios,
aunque alrededor hubiese sentido,
desde la
cuna ya, el ruido de las cadenas que
debían
aprisionarme para siempre, porque el
patrimonio
de la mujer son los grillos de la
esclavitud.
Yo, sin
embargo, soy libre, libre como los
pájaros,
como las brisas; como los árboles en el
desierto y
el pirata en la mar.
Libre es mi
corazón, libre mi alma, y libre mi
pensamiento,
que se alza hasta el cielo y
desciende
hasta la tierra, sobervio como el
Luzbel y
dulce como una esperanza.
Cuando los
señores de la tierra me amenazan
con unha
mirada, o quieren marcar mi frente
con unha
mancha de oprobio, yo me río como
ellos se
ríen y hago, en apariencia, mi iniquidad
más grande
que su iniquidad. En el fondo, no
obstante, mi
corazón es bueno; pero no acato
los mandatos
de mis iguales y creo que su
hechura es
igual a mi hechura, y que su carne
es igual a
mi carne.
Yo
soy libre. Nada puede proteger la marcha de
mis
pensamientos, y ellos son la ley que rige mi
destino.
Oh
mujer! Por qué siendo tan pura vienen a
proyectarse
sobre los blancos rayos que despide
tu
frente las impías sombras de los vicios de la
tierra?
Por qué los hombres derraman sobre ti
la
inmundicia de sus excesos, despreciando y
aborreciendo
después en tu moribundo
cansancio
lo horrible de sus mismos desórdenes
y
de sus calenturientos delirios?
Todo
lo que viene a formarse de sombrío y
macilento
en tu mirada después del primer
destello
de tu juventud inocente, todo lo que
viene
a manchar de cieno los blancos ropajes
con
que te vistieron las primeras alboradas de
tu
infancia, y a extinguir tus olorosas esencias y
borrar
las imágenes de la virtud en tu
pensamiento,
todo te lo transmiten ellos
todo...,
y, sin embargo, te desprecian.
Los
remordimientos son la herencia de las
mujeres
débiles. Ellos corroen su existencia con
el
recuerdo de unos placeres que hoy
compraron
a costa de su felicidad y que
mañana
pesarán sobre su alma como soplo
candente.
Espectros
dormidos que descansan impasibles
en
el regazo que se dispone a recibir otro
objeto
que el que ellos nos presentan, y
abrazos
que reciben otros abrazos que
hemos
jurado no admitir jamás.
Dolores
punzantes y desgarradores por lo
pasado,
arrepentimientos vanos, enmiendas de
un
instante y reproducciones eternas en la
culpa,
y un deseo de virtud para lo futuro, un
nombre
honrado y sin mancillar que
poder
entregar al hombre que nos pide sinceramente
una
existencia desnuda de riquezas, mas
pródiga
en bondades y sensaciones vírgenes.
He
aquí las luchas precedidas siempre por los
remordimientos
que velan nuestro sueño,
nuestras
esperanzas, nuestras ambiciones.
Y
todo esto por una debilidad!»
Poema
de Rosalía de Castro, “Poemas del Alma”
Cortesia
PdelAlma/JDACT