quinta-feira, 14 de dezembro de 2017

Poesia. Rosalía de Castro. «Yo soy libre. Nada puede proteger la marcha de mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi destino»

Cortesia de wikipedia e jdact

«Oh, no quiero ceñirme a las reglas del arte!
Mis pensamientos son vagabundos, mi
imaginación errante y mi alma sólo se satisface
de impresiones.

Jamás ha dominado en mi alma la esperanza de
la gloria, ni he soñado nunca con laureles que
oprimiesen mi frente. Sólo cantos de
independencia y libertad han balbucido mis
labios, aunque alrededor hubiese sentido,
desde la cuna ya, el ruido de las cadenas que
debían aprisionarme para siempre, porque el
patrimonio de la mujer son los grillos de la
esclavitud.

Yo, sin embargo, soy libre, libre como los
pájaros, como las brisas; como los árboles en el
desierto y el pirata en la mar.

Libre es mi corazón, libre mi alma, y libre mi
pensamiento, que se alza hasta el cielo y
desciende hasta la tierra, sobervio como el
Luzbel y dulce como una esperanza.

Cuando los señores de la tierra me amenazan
con unha mirada, o quieren marcar mi frente
con unha mancha de oprobio, yo me río como
ellos se ríen y hago, en apariencia, mi iniquidad
más grande que su iniquidad. En el fondo, no
obstante, mi corazón es bueno; pero no acato
los mandatos de mis iguales y creo que su
hechura es igual a mi hechura, y que su carne
es igual a mi carne.

Yo soy libre. Nada puede proteger la marcha de
mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi
destino.

Oh mujer! Por qué siendo tan pura vienen a
proyectarse sobre los blancos rayos que despide
tu frente las impías sombras de los vicios de la
tierra? Por qué los hombres derraman sobre ti
la inmundicia de sus excesos, despreciando y
aborreciendo después en tu moribundo
cansancio lo horrible de sus mismos desórdenes
y de sus calenturientos delirios?

Todo lo que viene a formarse de sombrío y
macilento en tu mirada después del primer
destello de tu juventud inocente, todo lo que
viene a manchar de cieno los blancos ropajes
con que te vistieron las primeras alboradas de
tu infancia, y a extinguir tus olorosas esencias y
borrar las imágenes de la virtud en tu
pensamiento, todo te lo transmiten ellos
todo..., y, sin embargo, te desprecian.

Los remordimientos son la herencia de las
mujeres débiles. Ellos corroen su existencia con
el recuerdo de unos placeres que hoy
compraron a costa de su felicidad y que
mañana pesarán sobre su alma como soplo
candente.

Espectros dormidos que descansan impasibles
en el regazo que se dispone a recibir otro
objeto que el que ellos nos presentan, y
abrazos que reciben otros abrazos que
hemos jurado no admitir jamás.

Dolores punzantes y desgarradores por lo
pasado, arrepentimientos vanos, enmiendas de
un instante y reproducciones eternas en la
culpa, y un deseo de virtud para lo futuro, un
nombre honrado y sin mancillar que
poder entregar al hombre que nos pide sinceramente
una existencia desnuda de riquezas, mas
pródiga en bondades y sensaciones vírgenes.

He aquí las luchas precedidas siempre por los
remordimientos que velan nuestro sueño,
nuestras esperanzas, nuestras ambiciones.

Y todo esto por una debilidad!»
Poema de Rosalía de Castro, “Poemas del Alma”

Cortesia PdelAlma/JDACT