Levantó la cabeza el poderoso
que
tanto odio te tiene; en nuestro estrago
juntó
el consejo, y contra nos pensaron
los
que en él se hallaron.
Venid,
dixeron, y en el mar ondoso
hagamos
de su sangre un grande lago;
deshagamos
a éstos de la gente,
y el
nombre de su Cristo juntamente,
y
dividiendo de ellos los despojos,
hártense
en muerte suya nuestros ojos.
Vinieron
de Asia y portentoso Egito
los árabes
y aleves africanos,
y los
que Grecia junta mal con ellos,
con
los erguidos cuellos,
con
gran poder y número infinito;
y
prometer osaron con sus manos
encender
nuestros fines y dar muerte
a
nuestra juventud con hierro fuerte,
nuestros
niños prender y las doncellas,
y la
gloria mancha y la luz dellas…
In Fernando de Herrera, Canción Por la victoria de Lepanto, año 1572
Prólogo
«Yo,
Luis María Monroy de Villalobos, estuve cautivo del turco, y aún prosiguiera mi
penar en aquella Constantinopla, que llaman ellos Estambul, si no hubiera sido Nuestro
Señor servido que no me faltara la ocasión de escapar a tan desafortunada vida
para contarlo ahora. Pues quisiera yo que, como fuera mi desventura primero, y después
mi fuga, oportunidad para sacar provecho a favor de la causa de nuestro Rey Católico,
no diera en olvido esta historia, pudiendo servir de ejemplo y edificación a quien
convenga saberla. Mas esto escribo no por ensalzamiento de mi persona ruin,
sino para alabanza y gloria de Aquel que todo lo puede, quien tuvo a bien
librarme de peligros y cuitas, trayéndome a mi patria y hogar, donde ahora
recibo muchas mercedes que no merezco, y la encomienda de algunos trabajos;
como el de contar mi peripecia para que venga a noticia de muchos, según me han
dado larga licencia y mandato quienes tienen potestad dello.
Soy de Jerez de los Caballeros y
recibí las aguas del bautismo en la iglesia de San Bartolomé Apóstol, patrón de
mi noble ciudad. Me regaló Dios con la gracia de tener padres virtuosos y de
mucha caridad, siendo yo el tercero y el más pequeño de sus hijos, me crié
colmado de cuidados en la casa donde vivíamos, que era la de mi señor abuelo
don Álvaro de Villalobos Zúñiga, que padeció asimismo cautiverio en tierra de
moros por haber servido noble y valientemente al invicto Emperador, hasta que fue
liberado por los buenos frailes de la Orden de la Merced, gracias a lo cual
pudo rendir el ánima al Creador muy santamente en el lecho de su hogar,
arropado por aquellos que tanto le amaban; hijos, nietos y criados. No tan
felizmente acabara sus días mi gentil padre, don Luis Monroy, el cual era capitán
de los tercios y fue muerto en la galera donde navegaba hacia Bugía con la flota
que iba a recuperar Argel de las manos del Uchalí. Los turcos atacaron harto fuertes
en naves y hombres, hundiendo un buen número de nuestros barcos, y mi pobre
padre pereció a causa de sus heridas o ahogado, sin que pudieran rescatar su cuerpo
de las aguas.
También iba en aquella empresa mi
hermano mayor, Maximino Monroy, que com mejor fortuna se puso a salvo a nado a
pesar de tener destrozada la pierna izquierda, hasta que una galera cristiana lo
recogió. Mas no pudo salvar el miembro lacerado y desde entonces tuvo que
renunciar al servicio de las armas para venir a ocuparse de la hacienda
familiar. Mi otro hermano, Lorenzo, ingresó en el monasterio de Guadalupe para haceres
monje de la Orden de San Jerónimo, permaneciendo hoy entregado a la oración y a
los muchos trabajos propios de su estado; caridad con los pobres y piedad con
los enfermos y peregrinos que allí van a rendirse a los pies de Nuestra Señora.
A mí me correspondió obedecer a
la última voluntad de mi señor padre, manifestada en el codicilo de su
testamento, cual era ir a servir a mi tío el séptimo señor de Belvís, que, por
haber sido gran caballero del Emperador y muy afamado hombre de armas, le
pareció el más indicado para darme una adecuada instrucción militar. Pero,
cuando llegué al castillo de los Monroy, me encontré con que este noble pariente
había muerto, dejando la herencia a su única hija, mi tía doña Beatriz, esposa que
era del conde de Oropesa, a cuyo servicio entré como paje en el alcázar que es cabeza
y baluarte de tan poderoso señorío». In Jesús Sánchez Adalid, El Caballero de
Alcántara, 2008, Epulibre, O Cavaleiro de Alcântara, 2008, 2021, HarperCollins
Ibérica, 2021, ISBN 978-849-139-511-9.
Cortesia de HCIbéica/JDACT
JDACT, Jesús Sánchez Adalid, Literatura, Espanha, Século XVI,