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D. Sebastián, Alcazarquivir, la unión de las Coronas y el conflicto internacional en las crónicas y relaciones de sucesos de la España de los siglos XVI y XVII
«Fueron sin embargo la personalidad y la imprudencia temeraria del monarca las que, sin duda, marcaron el destino de la nación portuguesa. «Rey mozo, pequeño, pobre y arriscado», «más brioso que cuerdo», faltábale «por su poca edad, la prudencia, que modera nuestras acciones». «Vanidad e intempestiva celeridad» fue lo que, según Barbosa, «1e quitó [al rey] de las manos un cierto y casi conquistado Imperio en África». Conestaggio 1o califica como «mozo de ánimo belicoso», «poco experimentado, [que] pensaba más de lo que podia».
Para el cronista Herrera don Sebastián perseveraba en sus propósitos de conqústar el Norte de Áfr iça, «sin medirlos con la razón» e inqúetaba su reinoy le apartaba del sosiego y paz que gozaba». Por eso la derrota de Alcazarquivir fue fruto de una «guerra guiada de una.parte de un desordenado y ambicioso deseo de gloria». Imprudencia juvenil es también el argumento de Baena: «oh cuánto pronostica la experiencia de los años! Cuántos ejemplos desperdicia la juventud y cuántos enemigos convoca contra sí la confianza!». El mismo Baena, tras repasar las razones que hizo el monarca portugués a sus vasallos para justificar su empeño, reflexiona de esta manera sobre la responsabilidad del desastre:
- «Es la república un cuerpo místico, cuya cabeza es el rey' y los vasallos los demás miembros. Cada miembro particular se debe a la utilidad de todo el compuesto. Bien es que todos obedezcan a la cabeza, porque en ella está vinculado el gobierno de todos; pêro no es justo que esta los encamine al.precipicio; y como tengan obligación las partes, en razón natural y política (según doctrina de Aristóteles) a conservar su todo, de aquí es, que ni el rey es de sí mismo, ni los vasallos son dél para arriesgarse ni arriesgarlos, si no es en ocasión tan precisa que sea conveniencia de todos…».
La derota fue, en definitiva, el «castigo de quien se arroja temerario a los riesgos y aventura las vidas de sus vasallos por solo el fìn de hacerse memorable».
A la imprudencia se sumó, además, la improvisación. La exqedición africana estuvo malpreparada desde el principio: no se valoró en su justa medida la fuerza del contrincante, no fueron aceptadas sus ofertas de paz, no se formo un cuerpo de ejército capaz, se procuro la ayuda de aliados impropios». In Jesús M. Usunáriz, Siglo de Oro, Relações Hispano-Portuguesas no século XVII, Fundação Calouste Gulbenkian, Colóqui Letras, 2011.
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