«[...] En cuanto a los
cinco autos del Triunfo do Rosário,
sus títulos son, por orden de aparición en el libro, los siguientes: La flor de las finezas, Rosal de María, Perla y Rosa, Las rosas con
las espigas y Tres redenziones del hombre. No he encontrado datos
fidedignos sobre representaciones públicas y callejeras de autos sacramentales en
Portugal durante las fiestas del Corpus, aunque sí parecen haber existido
danzas y juegos que acompañaban a la procesión del Santísimo, y que, según Teófilo
Braga, fueron prohibidos por irrespetuosos en 1621. Los autos de nuestra monja serían, pues, escritos
probablemente para solaz y edificación conventual. Sin la compleja hondura
teológica de los autos de Calderón, los de sóror Maria do Céu
llevan también a la escena la doctrina de la gracia, la libertad humana y la
redención del hombre. Muestran un buen aprendizaje de la fórmula calderoniana,
en la estructura escénica, en el verso, en la utilización de la música, abundan
las partes cantadas, hasta el punto de que Rosal
de María podría calificarse de zarzuelita a lo divino, y en los
recursos plásticos, pariencias y tramoyas, que harían las delicias de los
presuntos espectadores, monjas, tal vez también intérpretes e invitados.
La historia evangélica,
la mitología o la pastoral predominan con sus alegorías en unos autos o se combinan
con cauta armonía en otros. Sin embargo, pese a las naturales referencias al
sacramento de la Eucaristía, muy concretas en três autos, lo que predomina en
todos ellos es, como ya indica el título del libro, la exaltación del culto del
Rosario, lo cual, unido a la insistência en unas mismas ideas, les da, a la vez
que cierta monotonía, una evidente unidad temática. Como suele ocurrir en este
género dramático, los personajes se dividen en buenos y malos: Dios, Cristo y
María de un lado; Luzbel, la Culpa y sus secuaces, del otro, y en medio, el
Alma o el Hombre, debatiéndose en una lucha desigual, pero finalmente siempre
vencedor, redimido de sus pecados y digno de la Gracia, merced a las virtudes
del Rosario. En este bien peinado jardincillo de alegorías y símbolos se
descubre a veces a la dama y al galán de la comedia profana o irrumpe con
gracias chocarreras la figura del donaire, como ocurre en Perla y Rosa.
[...] Perla y Rosa, se basa en la
parábola del Buen Pastor. El engaño conduce ante el Universo, Gran Príncipe de
Babilonia, a la serrana Perla (el Alma), ahora la Perdida, porque
abandonó el hato del Buen Pastor. Este se entera por la pastora Preciosa (María),
que Perla está en Babilonia por su libre arbitrio, encantada en su nuevo
paradero: viste suntuosas galas, todos la miman. Durante un paseo con el
Universo se siente desfallecer y aquél le ofrece una rica bengala donde
apoyarse. Aparece embozado el Buen Pastor y, a su vez, le ofrece un cayado
rematado en cruz. Perdida prefiere la bengala, que se le quiebra al apoyarse en
ella, y cae al suelo, porque, dice si la caña es
vanidad, / ¿que mucho que me
despeñe? La serrana ve aquí un aviso y decide regresar a su valle. El
Universo quisiera retenerla, pero:
No la puedo violentar
por más que mi poder sea,
que quando de su querer
no busque el Alma el profundo,
bien la podrá todo el mundo
contrastar, mas no vencer.
Toda mi fuerça y mi ley
sin su alvedrío está vana,
tan reyna es, aunque serrana,
y yo tan esclavo, aunque rey.
[…]
Aterrada, Perdida pide
protección en una breve aria, y entonces ábrense las puertas y descúbrese el Rosal
con luzes furtadas y en él, acomodados como mejor puedan, los Mysterios del
Rosario. Perdida, de nuevo Perla, ha sido rescatada y contempla los
prodigios del Rosal de María, cuyas virtudes y excelencias reconocen todos los
personajes. Y mientras el Buen Pastor sube con su esposa Perla a sus planicies
altas, aparece Preciosa y todos entonan un canto de alabanza, acróstico
y con recolección final [...]
In José Ares Montes, Ecos de
Calderón no Teatro Português, FCG, Anexos da Revista Segismundo, Madrid, 1981.
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