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O país e suas gentes
«En la Narbona actual, la Narbo Martius de los romanos, confluían las dos vias antiguas, las dos rutas seculares, la Via Domitilia y el camino de Aquitania, ejes romanos, ejes medievales que aún hoy en día son, por mor de las ‘autoroutes’, ejes de la comunicación en el Lenguadoc. Remontando la Via Domitilia encontramos Béziers y Nimes. Béziers es una ciudad rodeada de viñedos, famosa en tiempos de los romanos, en la cual se producía, según las apreciaciones de Plinio, el mejor vino de la Galia. Más arriba tenemos Montpellier, en tiempos de la cruzada una competidora importante en el tráfico comercial, sobre todo por su salida al mar. Este mar, el Mediterráneo, da vida a una extensa planicie, a del Bajo Lenguadoc. Limitando el llano se yergue la masa de los montes Cévennes, que irá descendiendo, por el otro lado, hacia el Alto Lenguadoc hasta el río Tarn, por las diferentes ‘causses’, esos altiplanos típicos det Albigés. Toda esta zona ocupa una gran extensión de los territórios de los Trencavel.
Volvamos a Narbona para desplazarnos un poco más al norte, a la desembocadura del Aude. Este río se convierte en límite fronterizo de la herejía: a su derecha quedarán la abadía de Fontfroide y el vizcondado de Narbona, poco afectados por el catarismo, de común acuerdo com Inocencio III en lo tocante a la limpieza herética del território. La situacón era muy distinta en las tierras situadas a la izquierda del Aude.
Tanto en su primer tramo, el que llega hasta las proximidades de Carcassona, como en el que, trás una variacion de direccíon en un ângulo de 45º, lo llevará al mar, todo el território está «contaminado», «infectado», por utilizar expressiones tópicas de los inquisidores. La realidad es que el catarismo se extenderá por la llanura del Lauragués, por la Montaña Negra, por los valles del Ariège y el Alto Garona hasta llegar a Tolosa.
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Aquí se encuentran los grandes centros cátaros:
- Minerve,
- Montréal,
- Saint-Félix,
- Fanjeaux,
- Mirepoix,
- Pamiers,
- Caraman,
- Lavaur, etc. y, huelga decirlo, toda la cadena de castillos que, de un modo u otro, estuvieron involucrados en la defensa de los cátaros, probablemente más que del catarismo, frente a la Cruzada albigense, incluido Montsegur, muy cerca del Ariège y no lejos de esa ribera izquierda, la herética, del Aude.
A comienzos del siglo XIII, el horizonte medieval gozaba de una prosperidad que ya se había iniciado a mediados del siglo anterior. Un hecho decisivo fue el incremento demográfico que, aun tratándose de un fenómeno generalizado, fue mucho más destacable en el Midi francés. Según Baratier, algunos pueblos de la Provenza y del Lenguadoc habían llegado a duplicar su fogaje, es decir, el número de fuegos u hogares. La natalidad había progresado de forma considerable y se llegaba a contar con una media de cinco hijos por matrimonio, si bien debía tenerse en cuenta la baja expectativa de vida: treinta años.
Se había ganado en esperanza de vida gracias al hecho de que, sumado al incremento de la natalidad, se había producido una baja notable de la mortalidad. Las guerras que podríamos calificar de «menores» se estaban librando entre los Capetos, los franceses del norte, y los ingleses, celosos de conservar la patria de origen de sus reyes, la Normandía. Alguna vez que outra bajaban hasta los límites occidentales del Lenguadoc, pero provocaban más alerta que desazón.
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Las guerras locales, entre señores del país, eran parte integrante del mecanismo de la Baja Edad Media, pêro a menudo se recurría a los «aragoneses» y los «vascos», simples mercenarios que hacían el trabajo sucio. Muchas páginas nos quedan por delante, y en ellas hablaremos de estos hombres que en el argot histórico medieval se llamaban “routiers”.
Todo ello propició que en una región como el Lenguadoc, donde siempre había escaseado la mano de obra, se llegara a sacar adelante a finales del siglo XII una agricultura, una industria textil y una expansión decidida con la creación de las «villas nuevas» y los burgos. Si la «villa nueva» aseguró la expansión del país, el burgo introdujo la menestralía y el comercio.
Y puesto que hablamos de población, es oportuno plantear esta pregunta: cuántos habitantes tenía el Lenguadoc en el momento de la Cruzada? Disponemos de un dato facilitado por J.Vaisette: a finales del siglo XIII la senescalía de Carcasona contaba con 90 mil fuegos, es decir hogares. Pese al desfase de unos setenta y cinco años que separa esta fecha del inicio de la cruzada, la cifra no puede diferir mucho de la reatidad del Lenguadoc de principios de siglo, ya que es imposible que, después de la guerra y la represión, el Lenguadoc hubiera incrementado su población. La senescalía de Carcasona, creada el año 1229 fruto del Tratado de París, ocupaba menos de la mitad del Lenguadoc que hemos delimitado. De ello puede deducirse la probabilidad de que hubiera 180 mil fuegos en todo el país. Multiplicando los fuegos por 5 o 6 (hijos + padres) obtendremos unas cifras de 900 mil y 1 080 mil habitantes. La población se situaría por lo tanto entre las 800 mil y 1 200 mil personas, con una cifra intermedia de un millón». In Jesus Mestre Godes, Els Cátars, Problema religiós, pretext politic, Cathari, Ediciones Península, 1997, ISBN 84-8507-710-8.
Cortesia de Península/JDACT