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Ateneo
de Madrid. Navegaciones. 24 de Fevereiro de 1892
Señores:
«(…) Y entre las varias empresas
navales de estos tiempos hay una que muy especialmente llama nuestra atención.
Es la que por dos veces, en los tiempos del rey Alfonso IV, se extendió en el
mar hacia el Sur en demanda de las Canarias. Es este el primer viaje de
descubrimiento, si es que acaso el conocimiento de la existencia de las
Canarias alguna vez se llegó á obscurecer del todo. Sabemos de esa expedición,
ó por lo menos de su proyecto, por la carta del Rey de Portugal á Clemente VI. Y
para concluir esta primera parte de nuestro discurso, ya que asistimos al
desenvolvimiento embrionario de la marina portuguesa, réstanos ver ahora lo que
era Portugal marítimo en la época inmediatamente anterior al período de las
navegaciones.
Por los datos conocidos del tiempo
del rey Fernando, el tráfico marítimo de Lisboa no debía bajar de 250 á 300 mil
toneladas. Era ya un gran puerto comercial. Era ya una gran ciudad de muchas y desvariadas
gentes, como dice Fernán Lopes. Había allí estantes y residentes de varias tierras
y casas comerciales de multiplicadas naciones: genoveses, lombardos, aragoneses,
mallorquines, milaneses, corsos, vizcaínos, disfrutando privilegios y exenciones
de que los reyes no eran avaros. Los navios iban y venían de Lisboa á
Inglaterra, á Italia, cruzando por el mar del Norte y por el Mediterráneo,
llevando los productos agrícolas nacionales y trayendo tejidos y manufacturas. Ahora
bien; cuando nosotros pensamos, señores, en los horizontes nuevos que, por un lado
las Cruzadas, por otro y principalmente el contacto íntimo con los moros, en la
larga epopeya de la reconquista, abrieron al instinto del comercio; cuando sabemos
cómo los árabes habían llenado la España de ricos productos del Oriente, y que el
lujo de las cortes moriscas de Sevilla y Granada era imitado en las cristianas;
cuando observamos el pensamiento definido de fomentar el comercio marítimo, y cuando
asistimos á la creación de la marina nacional, no podemos dejar de ver en todo esto
los impulsos aun indefinidos, aun inconscientes, para un destino que está próximo
á florecer nítidamente en el espíritu heroico del infante Enrique, encarnación del
alma portuguesa.
Es de fines del siglo XIV la legislación
naval del rey. Fernando, cuerpo en el que encontramos punto por punto instituciones
á que hoy vuelven las naciones que están al frente de la marina del mundo: tanto
es verdadero el dicho salomónico, al que es menester aumentar que la razón crítica
nada descubre que la espontaneidad plástica del instinto no tuviese anteriormente
adivinado.
La legislación del rey Fernando incluye
la franquicia del abanderamiento, para sustituir, á los textos de las viejas crónicas,
los términos de los presentes días. Instituye los premios de construcción y navegación,
siempre que los navios obedezcan á ciertas reglas que permitan armarlos en guerra,
evitando así al Tesoro el onus v á la nación el peligro de los fletes de navios
extranjeros. Crea la estadística naval y la inspección técnica, para evitar las
averías y naufragios. Establece, por último, en Lisboa y Oporto, dos Bolsas marítimas,
ó asociaciones de armadores, que funcionan como sociedades de seguros mutuos.
Yo querría, señores, exponer al detalle
los rasgos particulares de esta legislación fernandina, ya porque su influencia
en los destinos ulteriores de la nación es indudablemente enorme; ya porque,
exponiéndolos, se vería cuánto la Historia se repite y cómo las instituciones á
las que los pueblos marítimos de hoy van á buscar amparo y protección, son exactamente
idênticas á las que en el siglo XIV dieron á la marina portuguesa el vigor necesario
para emprender sus grandes hazañas. No me permite, no obstante, el tiempo, ni el
lugar, entrar en los pormenores de leyes de las que apenas expuse el pensamiento
sumario. Sí, los Reyes eran banqueros y legisladores fecundos en sentido proteccionista;
eran más todavía. Eran, á la manera de los príncipes italianos, comerciantes,
reservando para sí propios la exclusiva de ciertos géneros». In
Oliveira Martins, Conferência, Descobrimentos dos Portugueses (anteriores a
Colon), Navegaciones, 1892, Ateneo de Madrid, Establecimiento tipográfico
Sucesores de Rivadexeyra, Impresores de la Real Casa, 1892.
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