De cómo una dama consciente entrega sus
riquezas y joyas a quien recorre los campos de guerra empuñando la aniquilación.
De el Señor de la muralla
De el Señor de la muralla
Señor de la Muralla
portadora
alta sobre toda cabeza
imploro un poco de tu fértil riego
Mira este rostro de ágata
promesa de sabias noches
la tolerancia de mis suaves pies
Recíbeme
dame la fuerza
la metamorfosis y la destrucción
Alójame
Hazme engendro de toda noche
Cuervo o ciervo de laderas
Soy cántico de antepasados
un nuevo hechizo
fragmento del cuarzo de los relojes
la de los signos y vientos favorables
el astrolabio
Fela fela
es tu orden
simple promesa del tiempo
Se cuenta cómo después de bodas y celebraciones, la cumplida esposa, nunca olvidada por el Señor, da el paso de rigor.
Aguardo
lúcida
el amanecer
Si uno cree en cada palabra
Si se ansió y gozó la tenue caricia de un tirano
Si se debe dejar que el aire escape
vuelta ceniza hasta que la hoguera se detenga
hasta la purificación
si así y sólo de ese modo
uno mira al espejo
agota un traje de lino puro
brazaletes y cadenas en los tobillos
todo suspendido
quieto
rico en sombras
las miradas de mis muertos
aplico una última gota de nardo
sueltos los cabellos
Al fin
dislumbro la claridad
frasco mínimo de veneno
Me ve sucumbir
mi frialdad convulsa
las palabras no dichas ni pensadas
el desorden
mi mano arrastrando las sedas
Su pronta furia
Su desnudez brillante no logra detenerme
Sólo diviso el terror de sus manos
portadora
alta sobre toda cabeza
imploro un poco de tu fértil riego
Mira este rostro de ágata
promesa de sabias noches
la tolerancia de mis suaves pies
Recíbeme
dame la fuerza
la metamorfosis y la destrucción
Alójame
Hazme engendro de toda noche
Cuervo o ciervo de laderas
Soy cántico de antepasados
un nuevo hechizo
fragmento del cuarzo de los relojes
la de los signos y vientos favorables
el astrolabio
Fela fela
es tu orden
simple promesa del tiempo
Se cuenta cómo después de bodas y celebraciones, la cumplida esposa, nunca olvidada por el Señor, da el paso de rigor.
Aguardo
lúcida
el amanecer
Si uno cree en cada palabra
Si se ansió y gozó la tenue caricia de un tirano
Si se debe dejar que el aire escape
vuelta ceniza hasta que la hoguera se detenga
hasta la purificación
si así y sólo de ese modo
uno mira al espejo
agota un traje de lino puro
brazaletes y cadenas en los tobillos
todo suspendido
quieto
rico en sombras
las miradas de mis muertos
aplico una última gota de nardo
sueltos los cabellos
Al fin
dislumbro la claridad
frasco mínimo de veneno
Me ve sucumbir
mi frialdad convulsa
las palabras no dichas ni pensadas
el desorden
mi mano arrastrando las sedas
Su pronta furia
Su desnudez brillante no logra detenerme
Sólo diviso el terror de sus manos
Cazador
Cazador
este reposo que tanto necesitas
este rigor
la carne almibarada
el olor del deseo descansa sobre este aire florecido
Cazador
este encuentro no habla ni da cuenta de la pasión que conmina
da cuenta de tantas debilidades y desazones
este sentarse cimbreando los deseos
las rodillas que se juntan y se frotan por tu nombre
Cazador
entiendo el desespero
entiendo la sorpresa
los nuevos linderos
la amenaza
este reposo que tanto necesitas
este rigor
la carne almibarada
el olor del deseo descansa sobre este aire florecido
Cazador
este encuentro no habla ni da cuenta de la pasión que conmina
da cuenta de tantas debilidades y desazones
este sentarse cimbreando los deseos
las rodillas que se juntan y se frotan por tu nombre
Cazador
entiendo el desespero
entiendo la sorpresa
los nuevos linderos
la amenaza
Poemas de María Antonieta Flores
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