quarta-feira, 29 de novembro de 2017

Gargântua e Pantagruel. François Rabelais. «Y supuesto el caso de que encontrareis materias correspondientes al título en el sentido literal, no os detengáis en ello como seducidos por el canto de una sirena»

Cortesia de wikipedia

«Ilustrísimos bebedores! ¡Preciosísimos galicosos! (porque a vosotros dedico los frutos de mi ingenio). Alcibíades en el diálogo de Platón, que se titula El banquete, al elogiar a su preceptor Sócrates, príncipe, sin discusión de los filósofos, entre otras cosas dice que él se parecía a las silenas. Las silenas eran en la antiguedad unas cajitas como las que al presente vemos en los establecimientos de los farmacéuticos, decoradas por fuera con figuras frívolas y alegres, tales como arpías, sátiros, ocas embridadas, liebres con cuernos, perros enjaezados, machos cabríos alados, cerdos coronados de rosas y otras pinturas de este género, contrahechas a placer para excitar la risa; de esta manera fue Sileno el maestro del buen Baco. Pero dentro de dichas cajas se guardaban las drogas más finas, tales como bálsamo, ámbar, almizcle, incienso, pedrerías finas y otras cosas preciosas. Así, decía, era Sócrates, porque viéndole y estimándole sólo por su exterior apariencia, no hubieseis dado por él una piel de cebolla; escuálido de cuerpo y ridículo de presencia, la nariz puntiaguda, la mirada de otro, la cara de loco, sencillo en sus costumbres, rústico en sus vestiduras, pobre de fortuna, desdichado con las mujeres, inepto para todos los oficios de la república, siempre riendo, sempre bebiendo en compañía de cualquiera, siempre burlándose y dissimulando su divino saber. Pero al abrir esta caja, hubieseis encontrado dentro una celeste e inapreciable droga: entendimiento más que humano, virtudes maravillosas, valor invencible, sobriedade sin ejemplo, equilibrio, seguridad perfecta, desprecio increíble hacia todo aquello por lo que los humanos tan valerosamente vigilan, corren, trabajan, navegan y batallan.
A qué propósito tiende, a nuestro juicio, este preludio? A que vosotros, mis buenos discípulos y algunos otros locos despreocupados, al leer los alegres títulos de algunos libros de nuestra invención, como Gargantúa, Pantagruel, Fersepinte, La dignidad de las braguetas, Guisantes con tocino cum commento, etc., no juzguéis fácilmente que en ellos no se trata más que de burlas, locuras y mentiras alegres, en vista de que la señal exterior (es decir, el título), sin averiguar más, induce a irrisión y burlonería. No conviene estimar con tal ligereza las obras humanas, pues vosotros mismos decís que el hábito no hace el monje y los hay vestidos con hábito monacal que tienen de todo menos de monjes, como los hay envueltos en una capa española, y por su valor lo que menos recuerdan es a España. He aquí por qué es preciso abrir el libro y valorar cuidadosamente lo que contiene. Entonces comprenderéis que la droga guardada en su interior es muy diferente de lo que prometía la caja, es decir, que las materias tratadas no son locuras como anunciaba el título.
Y supuesto el caso de que encontrareis materias correspondientes al título en el sentido literal, no os detengáis en ello como seducidos por el canto de una sirena, pues suele haber un sentido oculto que apreciar en todo esto que se dice como por casualidade y en cordial alegría. Descorchasteis alguna vez botellas? Perros! Recordad la continencia que tuvisteis. Os fijasteis en el perro que acaba de encontrar alguna vez un hueso con tuétano? El perro es, como dice Platón, la bestia más filósofa del mundo. Si lo habéis visto, habéis podido notar con qué devoción lo lame, con qué cuidado lo guarda, con qué cariño lo abraza y con qué diligencia lo esconde, con qué cariño lo abraza y con qué diligencia se lo lleva. Quién le induce a hacer esto? Qué esperanza pone en su estudio? Qué bien se promete? Nada más que un poco de médula o tuétano. Bien es verdad que ese poco vale más que otros muchos porque la médula es alimento elaborado a perfección por la naturaleza, como dice Galeno.
Siguiendo el ejemplo del perro os conviene ser prudentes para sentir, estimar y saborear estos bellos libros, graciosos superficialmente, ligeros al parecer y gratos cuando se encuentran; después, en virtud de curiosas lecciones y meditaciones frecuentes, romped el hueso y gustad la substantífica médula, he aquí como yo entiendo los símbolos pitagóricos, con esperanza cierta de llegar a ser avisados y circunspectos a favor de la lectura, porque en ella encontraréis al profundizar un gusto diferente, una doctrina más profunda, que os revelará muy altos sacramentos y misterios horríficos, tanto en lo que concierne a nuestra religión como al estado político y a la vida económica. Creéis por vuestra fe que jamás Homero al escribir La ilíada o La odisea pensase las alegorías que calafatearon Plutarco, Heráclides, Ponticus, Eustaquio, Fortuno, y de la que le ha desnudado Politian? Si lo creéis no os acercáis, ni por los pies ni por las manos, a mi opinión, con arreglo a las que tanto han podido ser soñadas por Homero u Ovidio en sus Metamorfosis, como los sacramentos por el evangelio, según se esforzaba en demostrar un cierto hermano Lubin, verdadero chupatocino, si por ventura encontraba gentes tan locas como él, cobertera digna de las calderas como dice el proverbio». In François Rabelais, Gargântua e Pantagruel, 1532,1534, Ediciones Akal, Literatura Francesa, Idioma Espanhol, 2004, ISBN 978-844-602-217-6.

Cortesia de EAkal/JDACT