sexta-feira, 16 de setembro de 2016

O Códico Secreto de Platón. José María Iñigo. «Súbitamente, la puerta metálica de uno de los miradores enrejados de la fachada principal se abrió. Una bocanada de denso humo fue lanzada al exterior y, apareciendo en ella como una imagen espectral…»

jdact e wikipedia

«Barcelona, año 1666. Un misterioso libro pasa de las manos de un monje, a punto de sucumbir devorado por las llamas de un pavoroso incendio, a las de su abad. Es la copia de un códice perdido de Platón, que contiene el relato de su encuentro con una enigmática mujer: una extranjera que le reveló secretos incomprensibles incluso para el gran sabio. Uno de ellos el más crucial de todos, cifrado mediante caracteres desconocidos contiene la promesa de otorgar a quien lo posea un poder ilimitado. El antiquísimo libro seguirá un periplo que lo llevará al monasterio de Montserrat, al sur de Francia, a París… y a pertenecer a personajes como el famoso conde de Saint-Germain o el mismísimo Napoleón Bonaparte, antes de quedar sepultado y olvidado en los subterráneos de una pequeña ermita de Gerona. Tiempo después, en plena Guerra Civil española, el gobierno de Franco pide a George Rojo, estadounidense de origen español y profesor en la Universidad de Salamanca, que estudie las fotografías del códice interceptadas a un correo republicano. El profesor Rojo accede, después de muchas dudas, a infiltrarse en zona republicana. Aunque no lo hará al servicio del gobierno franquista, sino para descubrir la verdad oculta en el códice. Una verdad que podría cambiar el destino de la humanidade».

«En el año 47 a.C., durante el asalto a la ciudad de Alejandría de las fuerzas leales a Tolomeo y contrarias a su hermana Cleopatra, y en presencia de Julio César, la gran biblioteca sufrió un terrible incendio en el que se quemaron miles de sus volúmenes; obras únicas e irrepetibles, el mayor compendio del saber antiguo jamás reunido. Libros de Aristóteles, de Demócrito y Protágoras, de Aristarco, de Parménides y Heráclito, de Pitágoras, de Diógenes… Y con ellos se perdió un conocimiento inimaginable, fruto de siglos de estudio; los saberes concebidos por las mentes más brillantes de la Antigüedad. A lo largo de la historia, por orden de emperadores romanos o califas musulmanes, otras destrucciones diezmaron de nuevo los fondos de la biblioteca. Y las obras que pudieron salvarse cayeron pronto en el olvido, sepultadas bajo el humus del fanatismo religioso en la Edad Media. Pero es el más pútrido de los humus el que mejor puede alimentar al fuerte roble y hacerlo crecer vigoroso. La Escolástica conservó, protegidos y ocultos, algunos de aquellos textos mediante copias de superlativa ejecución: los códices iluminados, que devolverían al mundo, llegado el momento, una parte de su sabiduría perdida. Entre los libros que se creyeron desaparecidos se hallaba uno muy extraño y enigmático, que contenía en sus últimas páginas un fragmento de escritura diferente a ninguna de las conocidas. Un libro del filósofo griego Platón, olvidado en el devenir de los siglos…

Barcelona. 1666
Lo que empezó siendo una fina columna de humo negro, que ascendía en el cielo nocturno, acabó convirtiéndose en un incendio pavoroso. Era casi verano, un día especialmente cálido de finales de primavera. Las piedras de los muros exteriores del convento de Santa María aún estaban calientes por el sol cuando se desató el fuego. Ahora, en la límpida noche cuajada de estrellas, con la luna alta y esplendorosa sobre el horizonte, unas terribles llamas ascendían ferozmente y se deshacían en el aire como el abrasador aliento de un dragón, tiñendo el disco lunar de un mortecino color pardo. Afuera, centenares de hombres y mujeres presenciaban aterrados el espectáculo. La mayoría de los monjes habían logrado escapar de aquel infierno y asistían también, impotentes, a la destrucción de su casa. Cuando por fin llegaron los soldados del rey, poco podía ya hacerse con simples cubos de agua traídos de una cercana fuente. Todos estaban absortos, embobados, contemplando la destrucción. De pronto, sin embargo, unos lamentos llamaron la atención de los presentes. Al principio sonaron lejanos y ensordecidos, pero cada vez pudieron oírse con mayor claridad sobre el fragor del incendio, sobre el crujir de las maderas interiores y la explosión de los cristales de las ventanas.
Súbitamente, la puerta metálica de uno de los miradores enrejados de la fachada principal se abrió. Una bocanada de denso humo fue lanzada al exterior y, apareciendo en ella como una imagen espectral salida del infierno, la figura de un viejo fraile se dibujó como una sombra oscura ante las llamas que pugnaban por devorar el edificio. Todos los presentes se conmovieron, horrorizados, y algunos incluso retrocedieron un paso creyendo estar ante una aparición. Dios del cielo!, vociferó una mujerzuela desde el balcón de una casa de lenocinio cercana. El anciano monje, ataviado con el hábito negro, usual en la orden de San Benito, se apretó contra las rejas que lo separaban de la vida. Confesión, confesión!,gritó. El primero en reaccionar fue el capitán de los soldados, que ordenó pasar una cadena por detrás de los barrotes y atarla al tiro de uno de sus caballos. Tuvo que repetir la orden, encolerizado ante la estupefacción de los hombres. El fraile, entretanto, ajeno a los esfuerzos por salvarlo, se había arrodillado y oraba fervientemente, con un rosario entre sus manos. Algunos afuera lo imitaban, persignándose y rezando de hinojos» In José María Iñigo, El códice secreto de Platón, 2014, La Esfera de los Livros, Madrid, 2014, ISBN 978-849-060-011-5.

Cortesia lEdlLivros/JDACT