«En tu peñón solitario
lleno de olvido y dolor,
estrictamente salario,
perpetuamente sudor.
En tu girón de archipiélago
de ron y cañaveral,
chupado por el murciélago
numeroso del central.
En tu estirpe de malarias
secretas como tu voz,
llena de angustias agrarias
y de silencio feroz;
Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Del ecuador hasta el polo
el mundo lucha por tí.
A pesar de tantos daños,
tanto silencio, a pesar
de tantos sufridos años
sin comprender, sin pelear;
a pesar de que tu islote
cierra el horizonte y vas
solo como un galeote
solo y sin brisa quizás;
Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Del ecuador hasta el polo
el mundo lucha por tí.
Y que tus golpes los cargas
en tu solitaria piel,
y que tus noches amargas
te son solas, te son hiel;
Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Te acosa el hambre y el dolo,
sólo que tú no estás solo,
y hoy que miran hacia tí
tantos hombres y mujeres
¿qué te pasa, Dominí?
Hay un mundo de quehaceres
y tú duermes o algo así.
O algo más entrañado...
Como si una soledad
desenvolviera a tu lado
sólo sombras, sólo edad.
Como si el tiempo y el agua
que sollozan en tu pie,
o el sol que nace en la fragua
y va a morir al café,
o la niña junto al río
y tú en tu cañaveral
y la tierra y el bohío
fueran todos del central
y el hambre y los goterones
de sangre y lágrimas y
sudor agrio, en los terrones
de tu patria, para tí
fueran solamente. Fueran
sólo de tu soledad.
lleno de olvido y dolor,
estrictamente salario,
perpetuamente sudor.
En tu girón de archipiélago
de ron y cañaveral,
chupado por el murciélago
numeroso del central.
En tu estirpe de malarias
secretas como tu voz,
llena de angustias agrarias
y de silencio feroz;
Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Del ecuador hasta el polo
el mundo lucha por tí.
A pesar de tantos daños,
tanto silencio, a pesar
de tantos sufridos años
sin comprender, sin pelear;
a pesar de que tu islote
cierra el horizonte y vas
solo como un galeote
solo y sin brisa quizás;
Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Del ecuador hasta el polo
el mundo lucha por tí.
Y que tus golpes los cargas
en tu solitaria piel,
y que tus noches amargas
te son solas, te son hiel;
Dominí, no estás solo,
no estás solo, Dominí.
Te acosa el hambre y el dolo,
sólo que tú no estás solo,
y hoy que miran hacia tí
tantos hombres y mujeres
¿qué te pasa, Dominí?
Hay un mundo de quehaceres
y tú duermes o algo así.
O algo más entrañado...
Como si una soledad
desenvolviera a tu lado
sólo sombras, sólo edad.
Como si el tiempo y el agua
que sollozan en tu pie,
o el sol que nace en la fragua
y va a morir al café,
o la niña junto al río
y tú en tu cañaveral
y la tierra y el bohío
fueran todos del central
y el hambre y los goterones
de sangre y lágrimas y
sudor agrio, en los terrones
de tu patria, para tí
fueran solamente. Fueran
sólo de tu soledad.
Y como si hoy estuvieran
solos los hombres de edad,
y las mujeres de espera
y los jóvenes de amor.
Como si el mundo no fuera
hoy tu apoyo y tu vigor:
miles de manos y fuegos
de millones en un haz;
de soldados, de labriegos,
de los que llenan la paz
de alegría y de esperanza,
de los que van al taller
o vienen de la labranza,
de los que saben leer...
De aquél que no, pero sabe
tu lomo herido y tu voz,
llena de un silencio grave
y de un agravio precoz.
Del ecuador hasta el polo
hoy todos luchan por tí.
Te acosa el hambre y el dolo
sólo que tú no estás solo
¡Dominí, no estás tan solo,
no estás solo, Dominí!»
solos los hombres de edad,
y las mujeres de espera
y los jóvenes de amor.
Como si el mundo no fuera
hoy tu apoyo y tu vigor:
miles de manos y fuegos
de millones en un haz;
de soldados, de labriegos,
de los que llenan la paz
de alegría y de esperanza,
de los que van al taller
o vienen de la labranza,
de los que saben leer...
De aquél que no, pero sabe
tu lomo herido y tu voz,
llena de un silencio grave
y de un agravio precoz.
Del ecuador hasta el polo
hoy todos luchan por tí.
Te acosa el hambre y el dolo
sólo que tú no estás solo
¡Dominí, no estás tan solo,
no estás solo, Dominí!»