Occitania.
El marco geográfico
«Hasta
el siglo XII Occitania había sido diferente. Su lengua, evolucionada de manera distinta
a la hablada en el norte, se había convertido en vehículo de saber. El secreto
de la pujanza cultural occitana era esa lengua que había sido adoptada por
poetas errantes e incluso merecia ser hablada y leída por la nobleza local. El
pueblo hablaba occitano, mientras el clero lo hacía en la antigua lengua
sagrada, el latín. Al producirse la caída del imperio romano, la presencia
germánica, aun existiendo, fue extremadamente tenue en Occitania. Los visigodos
que hicieron de Toulouse su capital se trasladaron con armas y bagajes a España
tras la derrota de Vouillé; apenas dejaron rastros. Así como en otras zonas de
Europa con mayor presencia de sangre germánica se produjo una colusión entre el
cristianismo y la antigua religión pagana, en Occitania, al menos a nivel
popular, la impregnación cristiana fue débil y la religión popular practicada y
amada por la población tenía mucho que ver con el cristianismo primitivo, sin
que la componente nordicogermánica atenuara alguno de sus aspectos y los sustituyera
por un sistema jerárquico y sacramental. La iglesia local era muy.débil en esa
época y sus sacerdotes no daban el ejemplo que la población esperaba de ellos.
Los cátaros la llamaban, con gran regocijo de la población, alcahueta e iglesia de Satán.
La
lengua y la religión practicada eran factores de separación, pero la estructura
feudal hacía de Occitania una zona no muy diferente del resto de Occidenre. La
organización trifuncional de las comunidades era idéntica allí a la existente
en la Corona de Aragón, Castilla, el Sacro Imperio Germánico o la Inglaterra de
los Plantagenet. La nobleza guerreaba y se encuadraba en las órdenes militares.
Los templarios y hospitalarios se implantaron ampliamente en la zona durante el
siglo XII. Los monjes oraban y meditaban dentro de los monasterios pertenecienres
a la orden del Císter y más adelante a los franciscanos, dominicos y otras
muchas. Los burgueses y artesanos trabajaban com sus manos o comerciaban y sus
organizaciones gremiales eran tan fuertes en Occitania como en cualquier otra
zona de Europa. Estas tres columnas de la sociedad medieval europea estaban sostenidas
por vínculos de cohesión, derechos, obligaciones y lealtades de cada uno
respecto a los demás. La prueba de que esta organización feudal estaba viva en
Occitania es que muchos nobles situados dentro de la órbita católica
consintieron tomar las armas a favor del catarismo. Los condes de Toulouse y el
mismo Pedro II de Aragón, llamado el
Católico, guerrearon en defensa de sus súbditos cátaros, no por identidad
con sus ideales sino obligados por el compromiso feudal. Políticamente
empezaban a percibirse las contradicciones y conflictos entre los embriones de
Estados nacionales y los feudos locales. Puede juzgarse el estado de ánimo del
momento: crisis social, crisis moral, crisis política. Sin embargo, en
Occitania y Lombardía todos estos males estaban ligeramente atenuados por una
evidente prosperiedad derivada del establecimiento de vínculos comerciales con
el este; las Cruzadas habían estimulado este flujo en ambas direcciones. Nadie
especula sobre teología o metafísica con el estómago vacío, el florecimiento
cultural sólo puede producirse en un marco de crecimiento económico. En ese
caldo de cultivo florece el catarismo.
Los
herejes
El
catarismo nunca fue un movimiento de masas. Sólo una mínima parte de la
población occitana militó en sus filas y siguió sus ritos. Muchos occitanos ni
siquiera se interesaron por el catarismo, pero, aun así, apreciaron a sus
vecinos e incluso les daban la razón en pequeñas discusiones de taberna: que si
el bautismo era absurdo porque los recién
nacidos ignoraban lo que era el pecado, que si los curas no hacían lo que predicaban, que si si Dios era bueno cómo había aparecido el mal en el mundo...» In Ernesto
Milá, Guía de los Cátaros, Ruta Herética de España, Francia y Andorra,
Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1998, ISBN 84-270-2329-4.
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