quinta-feira, 13 de dezembro de 2012

Egipto. A glória de Tutmosis III. Jacinto Antón. «Poco a poco emerge de la arena de Lúxor el templo funerario de Tutmosis III, conocido como el “Napoleón egípcio” y quizá el más importante de los faraones. La arqueóloga española “Myriam Seco” dirige el equipo que desde 2008 rescata del olvido este fascinante tesoro histórico y artístico»

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A sevilhana Myriam Seco
Cortesia do jornal elpais e jdact

Ya raies!
«La poderosa voz de Myriam Seco recorre de punta a punta las ruinas del templo de Tutmosis III, que resurge lenta y majestuosamente bajo la arena. El rais, el capataz de la excavación, Nagdi, levanta la cabeza y responde desde las piedras de la capilla de Hathor. La mudira, la jefa, quiere que dispongan una escalera en una de las tumbas de pozo halladas bajo el pavimento. Vamos a bajar. ¡Oh, Dios! No puedo impedir tragar saliva. El cielo de Egipto se extiende infinito sobre mi cabeza hasta chocar, diríase, como un mar contra el farallón de la montaña sagrada perforada de tumbas y secretos. Miro a lo alto a la familiar pirámide natural de la cima, El Qurn, y musito una oración a la diosa cobra Meretseger, patrona del lugar (esperemos no encontrar a ninguna de sus escamosas encarnaciones).
Ayer aún estaba en Barcelona, y esta mañana, sin apenas más transición que un alucinado trayecto nocturno en coche en el que pasamos junto a un pobre perro atropellado que aullaba como Anubis, ya estoy metido en el ajetreo de las excavaciones en el margen oeste del Nilo, en plena necrópolis tebana (Lúxor). El de Seco es uno de los grandes proyectos de la arqueología española: desvelar, estudiar y recuperar el templo funerario de uno de los más grandes faraones de la historia, para algunos, el mayor, Tutmosis III, el vencedor de Meggido, el hombre que llevó a su cénit el imperio y trastatarabuelo de Tutankamón. De momento no hallo la clave para comprender esta vorágine de fragmentos cubiertos de tiempo y jeroglíficos. Me aferro a la libreta y al bolígrafo y echándole oficio sigo a Myriam hacia la amenazante boca de la tumba. La arqueóloga sevillana no para de suministrar información, y las épocas, faraones, divinidades y materiales se me mezclan con el sudor, el polvo y el miedo en una pasta que parece taponarme la garganta.
Bajamos por una escalera de mano de aspecto precario. Llegados al fondo, Myriam señala una cámara lateral excavada en la roca. Ahí aparecieron restos humanos y cerámica. Gente pobre, sin momificar, que reaprovechó el sepulcro, construido antes de que se levantara el templo. A la arqueóloga le parece una tumba “muy bonita”. No sabría qué decirles. Sale uno con un reconfortante sentimiento de resurrección y vivificado, incluso audaz. Hasta que la directora sugiere meternos en otra. Y esta es la pièce de résistance del yacimiento, la número 8, un pozo tan profundo que da cosa hasta mirar. Está aún en excavación: a casi nueve metros de profundidad todavía no han encontrado la cámara sepulcral. En la boca de la tumba se ha instalado una estructura digna de una película de Indiana Jones de la que pende una polea y una cuerda. Cuando me asomo, aferrado a la túnica de un trabajador, sube un capazo lleno de tierra fresca. No alcanzo a atisbar el fondo. Con una agilidad envidiable, Myriam se agarra a la escalera y desaparece en las profundidades. Sigo a la mudira encomendándome a Osiris. No sé dónde acaba el temblor de la escalera y empieza el mío. De repente ya estoy en el fondo. Al acostumbrarme a la penumbra distingo a dos egipcios vestidos con galabiyas y turbantes. Myriam me señala unas precarias vigas en las paredes y resalta el trabajo de ingeniería que se ha hecho, dice, para que la tumba ¡no se hunda! Para conjurar mi espanto trato de entrevistar a los dos obreros. Dicen que preferirían trabajar fuera.


Lo que parecía un descampado se está convirtiendo en un monumento con todas las de la ley
La directora cree que esta tumba podría estar inviolada. “Me da buena impresión, llevamos un mes cavando y aún no hay indicios de la cámara, a lo mejor nos das suerte y aparece hoy”. El dintel surgirá un metro más abajo, al día siguiente. “Me encanta este yacimiento, es como tener dos concesiones, el templo del Imperio Nuevo arriba y las tumbas del Segundo Periodo Intermedio debajo”, dice la arqueóloga. “¡Me gustan mucho las tumbas!”, exclama. Llevan nueve, de pasillo y de pozo, una de ellas apareció con la cámara funeraria sellada. Han encontrado huesos humanos y fragmentos de ataúdes. Le comento que es como una enfermedad lo de las tumbas, también le gustan –¡y me ha hecho meterme en ellas!– al madrileño José Manuel Galán, el director de las excavaciones en las de Djehuty y Hery. Galán y Seco han accedido por propio derecho a la crème de la arqueología mundial. Excavan en la necrópolis tebana, lo más en el universo de la egiptología. Baste con decir que Myriam tiene a su derecha (mirando al Nilo) el Ramesseum; a la izquierda, la entrada a Deir el Bahari, y detrás, pasando las tumbas de los nobles en Abd el Qurna, al otro lado de la montaña, el Valle de los Reyes. La campaña de este año, con 130 obreros egipcios y un equipo científico de una treintena de miembros, la mayoría españoles, se desarrolla desde el 15 de septiembre hasta el 18 de diciembre». In Jacinto Antón, La gloria de Tutmosis III, El País Semanal, Cultura, 2012, Dezembro.

Myriam Seco y otros miembros de la expedición que dirige en la entrada de 
la tumba más profunda excavada hasta ahora en el templo de Tutmosis III.
Cortesia de elpais e jdact

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