Cortesia do jornal elpais e jdact
(continuação)
Ya raies!
«Por todas partes se ven apiladas jaulas como para gallinas rellenas de
trozos de materiales arqueológicos. Martínez Babón me señala inscripciones en
un bloque de caliza en las que se percibe la damnatio del nombre de
Amón, borrado por los herejes de Akenatón, y que ejemplifica la inquina de
Amarna contra el dios y sus seguidores. En otro bloque muestra el cartucho con
el nombre de Tutmosis III. Y en otro más, un escarabajo con las alas
abiertas, el sol en las patas delanteras y en las traseras el símbolo shen
de protección eterna. Un fragmento de bóveda conserva un cielo tachonado de
estrellas. En el lugar han aparecido fragmentos de estatuas, pero ninguna
completa. Le digo a la directora, para animarla, que cualquier día les va a
aparecer una. “Claro”, responde con una mueca de feroz seguridad que me hace
pensar en Sekhmet, la diosa león. Myriam dice que en el equipo cada
uno tiene su propia carta a los Reyes Magos. Todos sueñan con encontrar
respuesta a sus preguntas. Nos acercamos al lugar donde María Antonia Moreno,
bajo un parasol, realiza restauración de urgencia. “Tenemos muchos frentes
abiertos”, dice, y muestra unos collares de fayenza, un vaso de cerámica
precioso que salió entero y que me deja coger. Un fragmento de ataúd pintado
presenta un resto de lino pegado: ¡la sombra de la momia! En un relieve se ven
unos remeros.
“Creemos
que el templo contenía imágenes de las campañas militares de Tutmosis III, hay
que encontrarlas aún, y de expediciones ordenadas por él, como las del templo
de Hatshepsut”. Entre lo más sensacional está el pequeño relieve
polícromo de una abeja, parte del nombre nesut-bity del faraón. ¿Con
tanta delicia no hay hurtos en la excavación? “No, en general nunca he oído de
nadie que robe", reflexiona Myriam; sería un problema gordo, se
nos caería el pelo si aparece material nuestro en el mercado. Empleo siempre
gente de confianza, llevo años trabajando en Lúxor y eso crea lazos”.
Después de una jornada intensa y emocionante, el equipo regresa a casa, un
edificio frente al templo de Medinet Habu. Tras la comida se enfrascan en sus
ordenadores. Resulta curioso contemplar las impresionantes ruinas vecinas desde
la terraza en la que los arqueólogos han tendido su ropa, incluido un bonito sujetador
azul.
Al día siguiente, Seco me lleva a comer a Al Baeirat, un lugar precioso tan
cerca del Nilo que casi podrías recoger la cesta de Moisés en la orilla.
Hablamos de cómo llegó ella aquí y cómo consiguió
el templo de Tutmosis. Se ha puesto cómoda y bebe una cerveza. “Desde niña
he soñado con el Próximo Oriente y siempre he tenido claro que quería ser
arqueóloga. Ha sido duro, he tenido que luchar mucho, y en solitario". La
investigadora llegó a apuntarse en una misión estadounidense de arqueología
subacuática en el mar Rojo ¡sin saber bucear! Hizo un curso y se lanzó a la
piscina, literalmente. Pasó tres meses haciendo dos inmersiones diarias en un
pecio del XVIII con porcelana china y aprendió el oficio. Luego trabajó con el
equipo de buceadores de Empereur en Alejandría, entre los restos del viejo
faro. Desembarcó en Lúxor en 2000 con los alemanes para colaborar en el
proyecto de los colosos de Memnon.
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¿Cómo te cae un templo, y nada
menos que el de Tutmosis III?, le pregunto. “Buscaba una excavación y
me encantaba la idea de un templo, pedí excavarlo a través de la Academia
de Bellas Artes de Sevilla. Aquí me conocían después de tantos años. La
Embajada española tuvo un papel muy importante. Este templo es el regalo de
Egipto después de tantos años de esfuerzos. Habíamos pensado también en
Malkata, el palacio de Amenofis III, pero es un yacimiento inabarcable y me
alegro de que no nos lo dieran. Hawass me dijo: ‘Búscate otra cosa, Myriam”.
Asiento, recordando la excursión anoche para cenar al hermoso hotel Al Moudira,
un lugar digno de Justine y Nessim, y para el que tuvimos que atravesar la
enorme extensión del viejo palacio, inundado por el desierto. “El templo de Tutmosis III es difícil, pero abarcable”.
Poder trabajar aquí es un regalo de Egipto después de
tantos años de esfuerzos", reconoce Myriam Seco.
Myriam tiene grandes planes. “No podemos convertirlo en Karnak, remontarlo,
pero sí poner en valor el yacimiento, hacerlo visitable y exponer in situ todo
lo que hay de interés; tenemos relieves de una gran belleza, y las tumbas. Un
museíto sería fundamental”. La egiptóloga admite que con el templo la
arqueología española ha dado un salto de escala. “Claro, como con las
excavaciones de Galán; Lúxor es el centro, un sitio de primera, como Guiza o
Saqqara”. Este proyecto le viene como anillo al dedo. “Me encanta, implica
coordinar a mucha gente, estar atenta a mil cosas, tumbas, capillas, bloques de
adobe, inscripciones, una gran variedad. Va con mi carácter, la propia
personalidad de Tutmosis es multifacética, el guerrero, sí, el Napoleón
egipcio, pero también compasivo, hombre de cultura y organizador de
expediciones de las que hacía traer especies exóticas para sus jardines y
zoos”.
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Tenía sus defectillos, como todo monarca. Le gustaba cazar elefantes. “Una
crónica informa que de regreso de una campaña en Siria se desvió para ello y durante
la cacería un oficial hubo de salir en su auxilio al ser embestido por un
paquidermo. El soldado le cortó la trompa”.
¿Se lo merece ella, el templo? “¿Crees en la justicia? Quizá es que uno
tiene lo que busca”. ¿Cómo es ser jefa de hombres en un país islámico? “No he
tenido problema por ser mujer. Tengo 300 hombres. Les mando y les pago. Siempre
me han aceptado. Entiendo sus problemas –la crisis del turismo, que deja a
tantas familias sin recursos– y les ayudo en lo que puedo. Marca mucho poder
hablarles en árabe, conversar con ellos”. ¿Puede haber cambios en el país? “Va
a haber un cambio sin duda, todo el mundo espera un no sé qué, hay un anhelo en
el aire. El futuro de Egipto es una incógnita. Tienen que resolver tantos
problemas, educación, sanidad, exceso demográfico”. La luz va decayendo. Le
pido que se permita soñar qué pueden encontrar en el viejo templo. “Egipto
siempre te da sorpresas. Tumbas con ajuar intacto. Quizá un escondite con
estatuas. Inscripciones que aclaren aspectos del reinado de Tutmosis, su
relación con su poderosa tía Hatshepsut, sus campañas, asuntos internos. Nunca
imaginé que el templo iba a darnos tantas alegrías. Nos esperan 15 años de
trabajo. ¡Piensa en todo lo que puede aparecer!”». In Jacinto Antón, La gloria de Tutmosis III, El País Semanal, Cultura,
2012, Dezembro.
Fim.
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