Lenguadoc. Século XIII
As Forças Políticas
«(…) Ramón VI sucede a su padre el
año 1194 toma las riendas de un estado
que había conseguido la máxima extensión de territorio de toda su historia, con
una sensación de potencia equiparable a la de sus poderosos vecinos del norte y
del sur. De creer a los cronistas, Ramón VI era un príncipe inteligente, brillante, bueno, sensato, pero versátil y
débil. Amigo de las artes y las letras, en su corte se reúnen los mejores
trovadores de su tiempo. Realiza contratos matrimoniales, según el grado de su fantasia
e interés. Se divierte viendo discutir a monjes católicos y ministros cátaros.
En lo tocante a Ramón VI existen opiniones para todos los gustos. Pierre des
Vaux-de-Cernay, el despiadado cronista de la Cruzada manifiesta otra, nada
sorprendente:
- Ramón VI es un miembro del Diablo, hijo de la perdición, criminal inveterado, cajón repleto de pecados... El mismo Inocencio III prescinde de la caridad cristiana cuando le escribe, en mayo de 1207, e inicia con actitud francamente afectuosa la carta. Tirano impío y cruel, hombre pestilente e insensato.
Veamos la otra cara,
contemporánea, de la medalla. El cronista y poeta Guillermo de Tudela, autor de
la Cansó,o Cantar, de la
Cruzada, nos da a conocer la estimación del pueblo de Tolosa, al
explicarnos cómo recibieron los ciudadanos a su conde en noviembre de 1217,
unos meses después del sitio de Beaucaire, que constituyó la primera derrota de
los cmzados desde el inicio de la Cruzada:
Y cuando el conde entra por los
soportales
todo el pueblo acude, mayores y
niños,
los barones y las damas, las
mujeres y maridos
se arrodillan ante él, besando sus
vestidos
y sus pies, piernas, brazos, manos
y dedos.
A la muerte de su padre, Ramón
tiene ya treinta y ocho años y es, por lo tanto, un hombre maduro, sobre todo
si se toma en cuenta la época. De una indiscutible ascendencia católica, nieto
de Alfonso-Jordán y biznieto de Ramón IV cuesta creer que estuviera afectado por la herejía câtara. Se
casó cinco veces, actitud que le reprochan los historiadores enemigos que, naturalmente,
todavía ven con malos ojos las dos ocasiones en que repudió a sus esposas,
Beatrizy la hija del rey de Chipre. Ramón VI aparece como un príncipe que se
mueve de forma dubitativa, confusa, en dos direcciones: por un lado quiere vivir
en el seno de la Iglesia y, no romper ningun vínculo importante con ella.
Cuando examinemos los acontecimientos de la Cruzada veremos las múltiples
oportunidades en que acata imposiciones, afronta castigos infamantes, invocando
contra viento y marea su fe católica. Por otro lado él vive entre los suyos, en
medio de nobles y burgueses, cerca del pueblo llano, todos ellos muy influidos
por la herejía, y es tolerante para ser coherente con la sociedad de ese Lenguadoc,
el cual Ramón amaba hondamente. Esa sociedad que a decir de Vicaire, el mejor
historiador de santo Domingo, es de
una dulzura y de una facilidad en el vivir que resultan poco menos que únicas
en la época, en toda Europa.
Esta especie de contradicción
profunda entre las dos convicciones, la de sus creencias religiosas y la de sus
creencias vitales, será el gran drama de Ramón VI y será a un tiempo el gran
drama de su país, que comulgaba, punto por punto, con los mismos sentimientos
de su conde. Esa contradicción fue, también, la causa de la irritación de
Inocencio III y por lo tanto uno de los motivos de la convocatoria de la
Cruzada. A Ramón VI se le reprocha que no
puede ni se atreve a hacer nada en contra del abandono de la fe por
parte de muchos de sus amigos y fieles. Su hijo Ramón VII será mucho más claro:
dirâ que voluntariamente no quiere
hacer nada. En este último, la cerrazón es fruto de la amargura y de la
derrota, de íntima rebelión contra los otros, trátese de señores franceses
o de la lglesia. En la actitud del padre no alcanzamos a ver, empero, razones
secretas o heréticas que sostengan su conducta contradictoria, de duda y de
tibieza.
La verdad es que en vísperas de La Cruzada, el Papa Inocencio III, su gran
protagonista, está convencido de que no puede contar con Ramón VI. Y los
obispos del Lenguadoc serán los primeros en atizar la malevolencia contra el
conde de Tolosa, hasta el punto de manifestar que la Iglesia no podrá tener tranquilidad mientras este hombre
infamante disponga del condado de Tolosa.
Al lado justo del condado de
Tolosa y no siempre al lado de Ramón VI, encontramos la dinastía de los Trencavel.
Ramones yTrencavel estaban vinculados por lazos familiares y de amistad, si
bien estos resultaban excesivamente quebradizos. El mismo año en que moría
Ramón V y tomaba las riendas del condado su hijo Ramón, también fallecía el vízconde
Roger II, que estaba casado con la hermana de Ramón VI. Ramón-Roger, su hijo,
heredó el vizcondado a los nueve años. Tres años más tarde moría su madre
Adelaida de Tolosa y al adolescente se le asignó como tutor Bertrán de Saissac,
de acuerdo con los deseos testamentarios de su padre, Roger II. El caso es que
Saissac hedía a cátaro por todos los
poros, según afirmación de los cronistas cruzados. La consecuencia
es clara: si Saissac fue elegido como mentor de Ramón-Roger, los Tiencavel
también están afectados.
Naturalmente, también hay quien dice
que el vizconde de Albí, Carcasona y Béziers permaneció fiel a la Iglesia, al
margen de quién fuera su tutor. Así 1o afirma el otro cronista, Guillermo
de Tudela, haciéndose eco del testimonio de muchos
clérigos y muchos canónigos que viven en los claustros. La situación de
Ramón-Roger era similar a la de su tío Ramón, pero con la diferencia de que el
país del vizconde estaba mucho más penetrado por el catarismo, sobre todo entre
la pequeña nobleza y las clases acomodadas. El pueblo llano, sin apenas
distinciones en un dominio u otro, da la impresión de haber escogido ya el catarismo
como alternativa. Guillermo de Tudela expresa los problemas del joven vizconde
diciendo: en razón de su tierna edad
se familiarízaba con todas las gentes de su país; ellos jugaban con él como si
fuera uno más. También es verdad que todos sus caballeros daban asilo a los heréticos
en su castillo».
In Jesus Mestre Godes, Els Cátars, Problema religiós, pretext politic,
Cathari, Ediciones Península, 1997, ISBN 84-8507-710-8.
Cortesia de Península/JDACT