terça-feira, 25 de junho de 2013

Cátaros. Um Problema Religioso. Um Pretexto Político. Jesus Mestre Godes. «Guillermo de Tudela expresa los problemas del joven vizconde diciendo: en razón de su tierna edad se familiarízaba con todas las gentes de su país; ellos jugaban con él como si fuera uno más. También es verdad que todos sus caballeros daban asilo a los heréticos en su castillo»

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Lenguadoc. Século XIII
As Forças Políticas
«(…) Ramón VI sucede a su padre el año 1194 toma las riendas de un estado que había conseguido la máxima extensión de territorio de toda su historia, con una sensación de potencia equiparable a la de sus poderosos vecinos del norte y del sur. De creer a los cronistas, Ramón VI era un príncipe inteligente, brillante, bueno, sensato, pero versátil y débil. Amigo de las artes y las letras, en su corte se reúnen los mejores trovadores de su tiempo. Realiza contratos matrimoniales, según el grado de su fantasia e interés. Se divierte viendo discutir a monjes católicos y ministros cátaros. En lo tocante a Ramón VI existen opiniones para todos los gustos. Pierre des Vaux-de-Cernay, el despiadado cronista de la Cruzada manifiesta otra, nada sorprendente:
  • Ramón VI es un miembro del Diablo, hijo de la perdición, criminal inveterado, cajón repleto de pecados... El mismo Inocencio III prescinde de la caridad cristiana cuando le escribe, en mayo de 1207, e inicia con actitud francamente afectuosa la carta. Tirano impío y cruel, hombre pestilente e insensato.
Veamos la otra cara, contemporánea, de la medalla. El cronista y poeta Guillermo de Tudela, autor de la Cansó,o Cantar, de la Cruzada, nos da a conocer la estimación del pueblo de Tolosa, al explicarnos cómo recibieron los ciudadanos a su conde en noviembre de 1217, unos meses después del sitio de Beaucaire, que constituyó la primera derrota de los cmzados desde el inicio de la Cruzada:

Y cuando el conde entra por los soportales
todo el pueblo acude, mayores y niños,
los barones y las damas, las mujeres y maridos
se arrodillan ante él, besando sus vestidos
y sus pies, piernas, brazos, manos y dedos.

A la muerte de su padre, Ramón tiene ya treinta y ocho años y es, por lo tanto, un hombre maduro, sobre todo si se toma en cuenta la época. De una indiscutible ascendencia católica, nieto de Alfonso-Jordán y biznieto de Ramón IV cuesta creer que estuviera afectado por la herejía câtara. Se casó cinco veces, actitud que le reprochan los historiadores enemigos que, naturalmente, todavía ven con malos ojos las dos ocasiones en que repudió a sus esposas, Beatrizy la hija del rey de Chipre. Ramón VI aparece como un príncipe que se mueve de forma dubitativa, confusa, en dos direcciones: por un lado quiere vivir en el seno de la Iglesia y, no romper ningun vínculo importante con ella. Cuando examinemos los acontecimientos de la Cruzada veremos las múltiples oportunidades en que acata imposiciones, afronta castigos infamantes, invocando contra viento y marea su fe católica. Por otro lado él vive entre los suyos, en medio de nobles y burgueses, cerca del pueblo llano, todos ellos muy influidos por la herejía, y es tolerante para ser coherente con la sociedad de ese Lenguadoc, el cual Ramón amaba hondamente. Esa sociedad que a decir de Vicaire, el mejor historiador de santo Domingo, es de una dulzura y de una facilidad en el vivir que resultan poco menos que únicas en la época, en toda Europa.
Esta especie de contradicción profunda entre las dos convicciones, la de sus creencias religiosas y la de sus creencias vitales, será el gran drama de Ramón VI y será a un tiempo el gran drama de su país, que comulgaba, punto por punto, con los mismos sentimientos de su conde. Esa contradicción fue, también, la causa de la irritación de Inocencio III y por lo tanto uno de los motivos de la convocatoria de la Cruzada. A Ramón VI se le reprocha que no puede ni se atreve a hacer nada en contra del abandono de la fe por parte de muchos de sus amigos y fieles. Su hijo Ramón VII será mucho más claro: dirâ que voluntariamente no quiere hacer nada. En este último, la cerrazón es fruto de la amargura y de la derrota, de íntima rebelión contra los otros, trátese de señores franceses o de la lglesia. En la actitud del padre no alcanzamos a ver, empero, razones secretas o heréticas que sostengan su conducta contradictoria, de duda y de tibieza.
La verdad es que en vísperas de La Cruzada, el Papa Inocencio III, su gran protagonista, está convencido de que no puede contar con Ramón VI. Y los obispos del Lenguadoc serán los primeros en atizar la malevolencia contra el conde de Tolosa, hasta el punto de manifestar que la Iglesia no podrá tener tranquilidad mientras este hombre infamante disponga del condado de Tolosa.
Al lado justo del condado de Tolosa y no siempre al lado de Ramón VI, encontramos la dinastía de los Trencavel. Ramones yTrencavel estaban vinculados por lazos familiares y de amistad, si bien estos resultaban excesivamente quebradizos. El mismo año en que moría Ramón V y tomaba las riendas del condado su hijo Ramón, también fallecía el vízconde Roger II, que estaba casado con la hermana de Ramón VI. Ramón-Roger, su hijo, heredó el vizcondado a los nueve años. Tres años más tarde moría su madre Adelaida de Tolosa y al adolescente se le asignó como tutor Bertrán de Saissac, de acuerdo con los deseos testamentarios de su padre, Roger II. El caso es que Saissac hedía a cátaro por todos los poros, según afirmación de los cronistas cruzados. La consecuencia es clara: si Saissac fue elegido como mentor de Ramón-Roger, los Tiencavel también están afectados.
Naturalmente, también hay quien dice que el vizconde de Albí, Carcasona y Béziers permaneció fiel a la Iglesia, al margen de quién fuera su tutor. Así 1o afirma el otro cronista, Guillermo de Tudela, haciéndose eco del testimonio de muchos clérigos y muchos canónigos que viven en los claustros. La situación de Ramón-Roger era similar a la de su tío Ramón, pero con la diferencia de que el país del vizconde estaba mucho más penetrado por el catarismo, sobre todo entre la pequeña nobleza y las clases acomodadas. El pueblo llano, sin apenas distinciones en un dominio u otro, da la impresión de haber escogido ya el catarismo como alternativa. Guillermo de Tudela expresa los problemas del joven vizconde diciendo: en razón de su tierna edad se familiarízaba con todas las gentes de su país; ellos jugaban con él como si fuera uno más. También es verdad que todos sus caballeros daban asilo a los heréticos en su castillo».

In Jesus Mestre Godes, Els Cátars, Problema religiós, pretext politic, Cathari, Ediciones Península, 1997, ISBN 84-8507-710-8.

Cortesia de Península/JDACT