Lenguadoc. Século XIII
O país e suas gentes
«(…) El mobiliario de la
habitación-vivienda era muy simple: una cama y un arca. La carma,muy grande, pues
en ella dormían de dos a seis personas. Para los pobres la cama era una mera
caja de madera llena de feno; como almohadas, sacos llenos de paja. Los ricos tenían
un jergón y encima unos colchones rellenos de pluma de ave. La gente dormia vestida
en invierno y desnuda en verano. El arca tenía una aplicación doble: servía de
armario y de asiento. La mesa no era más que una tabla de madera que se
colocaba sobre unos rústicos caballetes, es decir, que se montaba cuando se iba
a utilizar y se desarmaba cuando ya no era necesaria. El asiento natural en
torno a la mesa era el arca, que muchas veces se complementaba con bancos.
Las prendas de vestir eran aún muy
primarias. Las mujeres se las componían exclusivamente a base de blusas largas
que llegaban a los tobillos; si hacía frío iban superponiendo blusas; no
disponían de ninguna pieza de ropa interior. Los hombres llevaban calzas y, encima,
calzones. También utilizaban las blusas, como las mujeres, pero más cortas. Si
tenían la suerte de poseer un abrigo, éste tenía la misma configuración que el
hábito del monje, con capucha incluída. En realidad el efecto de causalidad era
a la inversa: son los monjes mendicantes los que visten el abrigo medieval, de
tal forma que éste se convierte en hábito. La alimentación, en el Lenguadoc, estaba basada en el pan, los guisantes y las habas, la
carne, de cordero, ternera, buey, aves y caza, y, en las montañas, las castañas.
El ajo era el condimento rey por encima de las especias. Por Cuaresma el
pescado, fresco, salado, ahumado o desecado, sustituía a la carne. La bebida general
era el vino, pero por tierras de
Béziers se comenzaba a destilar aguardiente. La comida se presentaba en
escudillas y se empleaban cucharas y cuchillos; tenedores, platos y servilletas
vendrían más tarde. Los manteles, que sólo hacían acto de presencia en fiestas
señaladas, colgaban hasta el suelo y servían también para limpiarse las manos.
En los grandes banquetes de carne, ésta se servía encima de rebanadas de pan,
grandes rebanadas que rezumaban el jugo del asado del cual estaban empapadas.
Hemos dedicado una rápida ojeada a
lo que podríamos denominar la vida cotidiana en el Lenguadoc del siglo XIII.
Este Lenguadoc,
por derecho propio, forma parte de lo que se llamó la Civilización del Midi. Dicha etiqueta la acuñaron sobre todo los
historiadores franceses del siglo pasado, en un intento de diferenciar, en los
momentos de la Cruzada, la Francia
de los Capetos, la de I'Île de France, de la Francia meridional, o
más sencillamente: del Midi.
Ciertamente existe un contraste entre los franceses reunidos en torno a París y
las gentes que vivían al sur del Macizo Central. Ya hemos apuntado el rasgo más
signifìcativo, la lengua.
Belperron, nada amigo del Lenguadoc
y menos aún de los meridionales,
debe admitir con todo que el Midi,
durante el siglo XII había desarrollado una civilización urbana [...]. Son
reales la riqueza y la actividad de puertos como Narbona y Montpellier. Las
ciudades del interior como Tolosa, Nîmes y Carcasona son el centro de ricas
regiones agrícolas, el mercado de la industria de la lana, y lugar obligado de
paso para mercaderes y peregrinos. No obstante, después de reconocer
todo esto, hace todo lo posible por difuminarlo:
- Es falso decir que, en el momento de la Cruzada, el Midi hubiera creado una civilización brillante y que los cruzados la ahogaran en sangre; en realidad lo que se había creado era una vida brillante, que por su refinamiento, elegância y frivolidad, se había adelantado en el tiempo.
Tolosa, como hemos visto, es una de las ciudades más pobladas de Occidente
y está dirigida por una burguesía opulenta, que ha llegado a procurarse sus
propias instituciones y que actúa como contrapoder del conde de Tolosa. La
imagen de las ciudades libres italianas contemporáneas es un tópico al que a
menudo se ha recurrido para definir Tolosa, y no sin acierto. La
diferencia, de destacable importância, es que Tolosa tiene un señor, el
conde, al frente o a su lado, según se quiera decantar el punto de mira. El
burgués tolosano es un hombre libre y privilegiado que día a día va poniendo
los cimientos de lo que, en pocos años, sería una clase libre, fuerte y
consciente de sus derechos. Zoé Oldenbourg no deja dudas al respecto:
- el poder de la burguesía juega un papel preponderante. La tierra de los trovadores es la tierra del gran comercio, la tierra donde la importancia del burgués comienza a eclipsar la del noble.
In Jesus Mestre Godes, Els Cátars, Problema religiós, pretext politic,
Cathari, Ediciones Península, 1997, ISBN 84-8507-710-8.
Cortesia de Península/JDACT