terça-feira, 17 de novembro de 2015

Viaje a la isla de Robinson en Alentejo português. Julián S. Simal. «En el corazón de la novela des siglo XIX que arranca, precisamente, con un capítulo dedicado a La vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Crusoe de York, marino, obra publicada en 1719»

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«Desde hace un tiempo vengo considerando que los mapas estan equivocados, o por lo menos, que contienen algunas inexactitudes. Este es el caso de la famosa isla de Robinson, en el archipiélago Juan Fernández, conocida anteriormente como la isla Más a Tierra. No piensen tampoco que los lugares permanecen siempre en el mismo sitio. Lo que albergan, su esencia, viaja en el tiempo y podemos encontrarnos en un sitio que antaño fue otro lugar diferente o, al contrario, podemos estar en lugar que no es lo que parece. En Portalegre me encontré cara a cara con esta paradoja espacio temporal. Allí se encuentra la Fábrica Robinson, fundada en el siglo XIX por George Robinson, hacia 1840, en lo que fue el antiguo Convento de San Francisco, y dedicada a la transformación del corcho. Su hijo, George Wheelhouse Robinson, convirtió un lugar aislado, una isla en tierra adentro, en un lugar clave para la revolución industrial del Alentejo portugués, introduciendo los avances dela civilización técnica de su tiempo gracias a la máquina de vapor, la energia eléctrica, los novedosos procedimientos de fabricación de tapones de corcho, los nuevos modos de organización laboral y un innovador estilo de gestión empresarial.
A comienzos del mes de Septiembre de 2011, recibí una invitación de António Camões Gouveia para participar en el V Día Robinson. Lo primero que hice fue buscar en Google Earth la posición exacta del lugar al que me tenía que dirigir: la ciudad de Portalegre y, como en otras ocasiones, convertí esta invitación en una pequeña aventura como forma de hacerme más mágico ese compromiso al tiempo que convirtiera en más interesante aquello que yo pudiera ofrecer a mis anfrtriones desde mi experiencia en relación con la gestión del patrimonio industrial. Curiosamente, la vida es un cruce de casualidades, estaba leyendo en esos momentos el ensayo de Pietro Citati El mal absoluto. En el corazón de la novela des siglo XIX que arranca, precisamente, con un capítulo dedicado a La vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Crusoe de York, marino, obra publicada en 1719 por Daniel Defoe y que es reconocida como la primera novela en lengua inglesa, donde se hace un retrato de Robinson Crusoe en su naufrágio que bien pudiera servir para ilustrar el carácter de nuestro Robinson George Wheelhouse: Con el paso de los años, dice Citati, la isla se convierte en un lugar de vida cívica, de modo que un espacio natural, ecosfera, se transforma, gracias a la acción ordenada de una mente racional, en un espacio artificial, tecnosfera.
Dando pie, desde entonces, a convertir a Robinson Crusoe en un mito del precoz capitalismo inglés tal como el proprio Karl Marx expresaba en su obra Contribución a la crítica de la económica política cuando afirmaba: los robinsonadas no expresan en ningún modo, como se lo figuran los historiadores de la civilización, una simple reacción contra un excesivo refinamente y el entorno a una vida primitiva mal comprendida. Como tampoco El Contrato Social de Rousseau, que mediante una convención relaciona y comunica a sujetos independientes por naturaleza, reposa sobre semejante naturalismo. Ésa es la apariencia, y la apariencia estética solamente, de las pequeñas y grandes robinsonadas. Éstas anticipan más bien la sociedad burguesa que se preparaba en el siglo XVI y que en el siglo XVIII marchaba a pasos agigantados hacia su madurez. En esta sociedad de libre competencia, el individuo aparece como desprendido de los lazos de la naturaleza, que en épocas anterirores de la historia hacen de el una parte integrante de un conglomerado humano determinado, delimitado.
Por tanto, no solo me dirigía al encuentro de uno de los espacios más interesantes de la revolución industrial portuguesa, sino a un lugar donde se podía profundizar en los arquetipos fundacionales de nuestra civilización como son: el explorador, el descubridor, el acumulador, el otganizador, el benefactor, el inventor. Partiendo de Sevilla, me dirigí hacia el norte, por antigua Vía de la Plata para, llegando a Badajoz, virar hacia el oeste en dirección a Elvas para tomar la N246 que a través de São Vicente, Santa Eulália y Arronches me llevaría hasta Portalegre. La carretera guardaba todavía el antiguo trazado caminero, que bordeaba antiguas propiedades rurales, era sinuosa, protegida por quitamiedos de fábrica. Encauzada por un hermoso bosque de galería formada por alcornoques, castaños de Indias, pinos y encinas. Discurría placidamente entre los restos de las antiguas dehesas y campos de olivos que le proporcionaban un carácter paisajístico de granbelleza. Al paso de los diferentes pueblos descubrí la interesante arquitectura popular compuesta por vivendas de planta baja, de la tipología de puerta e ventana, coronada por las impresionantes chimeneas que caracterízan el modo de vida de estas poblaciones agrarias». In Julián Sobrino Simal, Viaje a la isla de Robinson en Alentejo português, Publicações da Fundação Robinson, nº 20, Portalegre, 2014, ISSN-1646-7116.

A amizade de Célia, Odete e Laura
Cortesia da FRobinson/JDACT