sexta-feira, 29 de outubro de 2021

O Castelo. Luis Zueco. «Fuera, las llamas de una colosal hoguera se alzaban hacia el cielo estrellado y Nunila las contemplaba en un extremo en silencio, ensimismada. No te vas a acercar?, le preguntó sin inmutarse»

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Sierra de Leyre. Noviembre del año 1027

«(…) Quién eres tú?, la asustó una voz a su espalda. La niña se volvió y halló frente a ella el rostro de una mujer con la piel más oscura que nunca habían visto sus ojos. Su mirada y su cabello también vestían de penumbra, e incluso sus ropas tenían el color de la noche. Me llamo Eneca. Y qué hace una pequeña como tú sola en el bosque? No estoy sola, replicó la niña, tengo a mi perro y pronto mi madre vendrá a buscarme. Un magnífico mastín, y de dónde vienes? De Xabier, mi padre es el tenente del castillo. Nos atacaron y…, logramos huir. Interesante, y quién atacó Xabier? El demonio de ojos de sangre. La mujer se estremeció al oír aquellas palabras y escrutó de nuevo a la niña, esta vez con más énfasis y desconfianza. Tienes hambre? Estás hecha un saco de huesos. Siéntate ahí y comeremos algo caliente.

Eneca obedeció y la mujer le sirvió una sopa con tropezones de una carne cuya procedencia animal era difícil de adivinar, y también alimentó al perro. Una niña como tú no debe deambular sola, los hombres son unos animales y se dejan llevar por sus peores instintos. Es mejor que permanezcas conmigo. Tengo que encontrar a mis padres! Dime, los has visto en tus sueños? No, a ellos no. Bien, asintió, al tiempo que se llevaba una hierba a la boca que comenzó a masticar. Yo necesito ayuda, quédate aquí, al menos un tiempo. Hay cosas que debes aprender antes de seguir tu camino. Todo sucede por alguna razón, absolutamente todo. El destino nos guía a través de la vida, de esta y de las otras. Qué otras? Vaya, vaya. Veo que tienes mucho que aprender, voy a salir al bosque. Acompáñame, por favor.

Así lo hizo Eneca, pensando que le mostraría algo en particular, pero sólo caminaron hasta un saliente pedregoso y permanecieron allí hasta que se puso el sol. Después, la mujer la llevó hasta el interior del refugio y la acomodó en una cavidad con el suelo de paja. Artal dormiría a su lado. Así pasó Eneca la noche en aquel sobrio lugar. No fue la última. La niña fue acogida con cierta indiferencia por su anfitriona, que la ignoraba durante gran parte del día, pero que a la vez se encargaba de que comiera y no pasara frío. La mujer se llamaba Nunila y aquel abrigo era su morada. En su interior guardaba todo tipo de utensilios, hierbas y brebajes. La oquedad en la montaña era profunda y repleta de lugares de almacenaje. Además, dentro la temperatura era constante y había poca humedad. Nunila le ordenó limpiarla todos los días y Eneca, poco acostumbrada a esas labores, quiso oponerse al principio. Pero por alguna extraña razón, Nunila era de su agrado y sentía la necesidad de obedecerla.

Una mañana, salieron las dos juntas, acompañadas de Artal, al bosque. Adónde vamos?, preguntó Eneca. Hoy te voy a enseñar a recoger setas, así que presta atención, ya que son tan ricas y útiles como peligrosas. La mayoría de ellas tienen veneno. Toda seta buena tiene su gemela nociva. A veces la diferencia entre las dos variedades es tan sutil que muchos hombres las confunden y mueren. Estuvieron caminando durante un buen tramo de la mañana. Eneca! Mira, ves esa? Es una seta calabaza. Tiene como un sombrero. Así es, siempre es de color pardo, con el borde más claro. Crece entre hayas, robles y pinos. Nunila se agachó y mostró a la niña cómo debía cortarla. Deambularon todo el día por el bosque, recolectando setas y, al llegar la noche, guisaron las más sabrosas en el interior de la cueva. Recordarás cómo son las setas calabaza?, preguntó Nunila, sonriente. Sí, con un sombrero marrón, muy carnoso y un pie fuerte. Y nada más? Creo que no. Maldita niña! El sombrero tiene un margen más claro, su color no es uniforme. Si no eres capaz de fijarte en esos detalles, no me sirves para nada. Cómo puedes ser tan estúpida? No estoy más que perdiendo el tiempo contigo!

Eneca se fue llorando fuera de la cueva. Nunila tan pronto se mostraba amable y se preocupaba por ella, como cambiaba de manera súbita de humor, se encolerizaba y la despreciaba e ignoraba. Pasaron las semanas y llegó el frío invierno, durante muchos días no pudieron salir de su refugio. A pesar de la cercanía, Nunila continuó sin hablar mucho com Eneca. De esta manera transcurrían los días para la niña, hasta que por fin llegó la primavera y después el buen tiempo. En una de las primeras noches de calor, Eneca se despertó en la oscuridad y descubrió un resplandor en el exterior del abrigo. Sin dudarlo, se incorporó y salió de la cueva. Fuera, las llamas de una colosal hoguera se alzaban hacia el cielo estrellado y Nunila las contemplaba en un extremo en silencio, ensimismada. No te vas a acercar?, le preguntó sin inmutarse». In Luis Zueco, El Castillo, 2015, Titivillus, In Luis Zueco, O Castelo, 2015, Alma dos Livros, 2020, ISBN 978-989-899-914-0.

Cortesia de AdosLivros/JDACT

JDACT, O Castelo, História, Século XI, Idade Média,