terça-feira, 7 de setembro de 2021

El Caballero de Alcántara (O Cavaleiro de Alcântara). Jesús Sánchez Adalid. «Salvóse Malta para la cristiandad y la feliz noticia corrió veloz. Llegó pronto a oídos del Papa de Roma, que llamó a su presencia a los importantes generales y caballeros…»

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Prólogo

«(…) Los señores inquisidores siempre me preguntaban lo mismo: si había apostatado, qué ceremonias había practicado de la secta mahomética, qué sabía acerca de Mahoma, de sus prédicas, del Corán; si había guardado los ayunos del Ramadán… Y todo esto haciéndome pasar una y otra vez por el suplicio del potro. Como no viera yo salida a tan terrible trance, encomiéndeme a la Virgen de Guadalupe con muchas lágrimas y dolor de corazón. Señora, rezaba, ved en el fondo de mi alma. Compadeceos de mí, mísero pecador! Haced un milagro, Señora! Sufría por los castigos y prisiones, pero también me atormentaba la idea de que se perdería la oportunidad de que mis informaciones llegaran a oídos del Rey Católico para que acudiera a tiempo a socorrer Malta. En esto, debió de escuchar mi súplica la Madre de Dios, porque un confesor del hábito de San Francisco me creyó al fin y mandó recado al virrey. Acudió presto el noble señor que ostentaba este importante cargo y, por ser versado en asuntos de espías, adivinó enseguida que no mentía mi boca, así como que mi alma guardaba un valiosísimo secreto.

El aviso que traía yo de Constantinopla advertía de que en el mes de marzo saldría la armada turca para conquistar Malta, bajo el mando del kapudán Piali Bajá, llevando a bordo seis mil jenízaros, ocho mil spais y municiones y bastimentos para asediar la isla durante medio año si fuera preciso, uniéndoseles al sitio el beylerbey de Argel Sali Bajá y Dragut con sus corsarios. Si se ganaba Malta, después caerían Sicilia, Italia y lo que les viniera a la mano. Por tener conocimiento el Rey Católico de tan grave amenaza gracias a esta nueva, pudo proveer con tiempo los aparatos de guerra necesarios. Cursó mandato y bastimentos a los caballeros de San Juan de Jerusalén para que se aprestaran a fortificar la isla y componer todas las defensas. También ordenó que partiera la armada del mar con doscientas naves y más de quince mil hombres del Tercio, a cuyo frente iba don Álvaro de Sande. Participé en la victoria que nos otorgó Dios en aquella gloriosa jornada, y dejé bien altos los apellidos que adornan mi nombre cristiano: tanto Monroy como Villalobos, que eran los de mis señores padre y abuelo a los cuales seguí en esto de las armas.

Salvóse Malta para la cristiandad y la feliz noticia corrió veloz. Llegó pronto a oídos del Papa de Roma, que llamó a su presencia a los importantes generales y caballeros victoriosos, para bendecirles por haber acudido valientemente en servicio y amparo de la santa fe cristiana. Tuvieron a bien mis jefes hacerme la merced de llevarme con ellos, como premio a las informaciones que traje desde Constantinopla y que valieron el triunfo. Tomé camino pues de Roma, cabeza de la cristiandad, en los barcos que mandó su excelencia el virrey para cumplir a la llamada de Su Santidad. Llegamos a la más hermosa ciudad del mundo y emprendimos victorioso desfile por sus calles, llevando delante las banderas, pendones y estandartes de nuestros ejércitos. Tañía a misa mayor en la más grande catedral del orbe, cual es la de San Pedro. Con el ruido de las campanas, el redoblar de los tambores y el vitorear de la mucha gente que estaba concentrada, el alma se me puso en vilo y me temblaban las piernas. Aunque de lejos, vi al papa Pío V sentado en su silla con mucha majestad, luciendo sobre la testa las tres coronas. Habló palabras en latín que fueron inaudibles desde la distancia e impartió sus bendiciones con las indulgencias propias para la ocasión. Y después, entre otros muchos regalos que hizo a los vencedores, Su Santidad dio a don Álvaro de Sande tres espinas de la corona del Señor. Con estas gracias y muy holgados, estuvimos cuatro días en Roma, pasados los cuales, nos embarcamos con rumbo a España, a Málaga, donde el Rey nuestro señor nos hizo también recibimiento en persona y nos otorgó grandes honores por la victoria». In Jesús Sánchez Adalid, El Caballero de Alcántara, 2008, Epulibre, O Cavaleiro de Alcântara, 2008, 2021, HarperCollins Ibérica, 2021, ISBN 978-849-139-511-9.

Cortesia de HCIbéica/JDACT

JDACT, Jesús Sánchez Adalid, Literatura, Espanha, Século XVI