quinta-feira, 20 de dezembro de 2012

Poemas del Alma. Júlio Iraheta. «Diz, fala, exclama cada um consigo mesmo, sem que seja quebrado o silêncio exterior. Há um grande tumulto; tudo fala em nós, excepto a boca. As realidades da alma, por não serem visíveis e palpáveis nem por isso deixam de ser também realidades»

Cortesia de wikipedia

Anciana en el Tercer Mundo
Ella salía en las mañanas a buscar el desayuno
de la vida.
En su saco de huesos gemía la esperanza
y tristemente con su fardo de arrugas imploraba
en los mercados.
Toda la ciudad sabía el a b c de su desnutrición.
En su falda de muertos reían a lágrimas
remiendos
bochornosos
y una joroba inmensa al porte de la tierra
se hundía en la espalda de su alma.
Pobre paraguas viejo inservible en el invierno.
En su enfermo ramaje moría el pájaro cenital de
la alegría.
En su nido de canas se apagaban los
crepúsculos
y lentamente como vela sombría
se perdía en la muerte.

Canto paterno

Y llegaste. Canario de sol fuiste en mis pupilas.
La madrugada fue la rama de tu primer gorjeo,
de tu primer collar de estrellas niqueladas.
Tu oleaje de bandera desnudó ciruelas en la brisa.
Llegaste a repetir el mundo en actitud de cruz
dormida,
con los brazos abiertos, como esperando el golpe
de la razón, como esperando la saliva del siglo
echa ceniza.
Esperando! Esperando! Niño de mar y aire.
Esperando con inocencia de durazno
el despertar de una ventana bombardeada.
Llegaste, niño,
sí, por fin llegaste...
La madrugada recogía cascabeles. Y la sombra,
serpiente con manchas de leopardo, reptaba perezosa sobre
el viento
como anillo giratorio, como escafandra carcelera,
como mano golpeando con látigos de fuego la
espalda de la tierra.
Era tu entrada al oxígeno hostil del tísico pulmón
de junio.
Saliste de las olas de tu madre como un pequeño
Neptuno oleaginoso.
Volaste como frágil pajarillo por aquel hospital de
caridad
y mis ojos cargados de insomnio y de silencio
lloraban mientras tú cantabas sobre nubes de mantas
numeradas.
Era tu entrada por la puerta pobre,
por el camino más amargo de la tierra, por la
nómada casa
frutal de carestías, por el polen de la flor
despetalada.
Llegaste, niño, a un hogar que sólo puede
enseñarte a amar el viento, a recoger el grito de la tarde
que palpita en el vacío.
He aquí tu árbol. He aquí que lo arranco de raíz
y lo siembro en el llanto de tus ojos.
He aquí que recojo pájaros de ardiente pluma
y los sepulto en tu piel.
Yo sé que si mi vena cae tu serás el arroyo
generoso que la lleve al mar. Tú serás el follaje que enarbole
y bendiga con juveniles cielos el rostro de la
angustia de mi hora postrera.
Por eso es que llegaste, hijo.
No importa que el plato esté vacío.
Tu misión de hombre es buscar como llenarlo,
para que el mundo sea un plato enorme y bueno
donde el sol de cada día llegue siempre cada día.
Toma mi canto y sígueme...
Sígueme con presencia de alboradas!



El descubrimiento

Infinita ternura de la araña
que le teje pistas a los astros.
Una de esas rutas es mi sueño
donde permanezco despierto.
Sólo ella tiene el hilo
del principio y el fin
de todos los princípios.
Por si no se emocionaron
sólo ella puede decir su final
que siempre es su principio.
Si no lo vivieron jódanse.
Un día descubrí que de su boca
salía la hebra milagrosa.
Desde entonces
me quedé bajo su sombra
libre de las moscas.

Poemas de Julio Iraheta Santos
in 1972-1973, (inédito), 1996, 1999.

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