quarta-feira, 20 de maio de 2015

Viagens e Viajantes no Atlântico Quinhentista. Maria Graça Ventura. «El procedimiento de enviar expediciones en forma de convoyes no era descabellado. Recordemos que en fechas tan cercanas como las de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, los aliados…»

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As Rotas
La Carrera de Indias: Inconvenientes y Ventajas del Sistema Español de Comunicaciones Transatlánticas
«(…) Se ha hablado mucho sobre los defectos del sistema de comuniciaciones español con América. El más importante que se le achaca es su caracter eminentemente defensivo, que dejó poco protegidos algunos flancos del imperio, propiciando el asentamiento de las potencias enemigas. Igualmente se ha criticado su caracter excesivamente restrictivo en materia económica, que limitó los beneficios del tráfico a los intereses fiscales de la Corona y a los de los grandes comerciantes de los Consulados de Sevilla, México y Lima, sin repartir sus efectos de manera uniforme por la totalidad de la monarquía. También se ha dicho que, a pesar del esfuerzo legislativo, el teórico monopolio de los comerciantes españoles fue burlado de mil maneras por los extranjeros, que se las ingeniaron para introducir sus mercancias y barcos a través de testaferros. Todo ello es cierto, pero debe tenerse en cuenta que las más duras críticas suelen tomar como ejemplo la situación de la Carrera de Indias en la segunda mitad del siglo XVII, cuando todo el sistema de comunicaciones se anquilosó y dejó de funcionar eficientemente. Sin embargo debe reconocerse que durante los primeros cien años de su existencia el sistema funcionó razonablemente bien, sobre todo desde un pusto de vista estrictamente militar. Con los dedos de una mano, y aun sobrarían, pueden contarse las flotas que fueron apresadas por el enemigo a lo largo de toda la época colonial, aunque es cierto que a partir de mediados del siglo XVII, durante los periodos de guerra declarada contra las potencias marítimas europeas, las comunicaciones quedaban bloqueadas. Quizá el principal defecto que puede achacarse a este sistema es su falta de flexibilidad. El procedimiento de enviar expediciones en forma de convoyes no era descabellado. Recordemos que en fechas tan cercanas como las de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, los aliados se vieron obligados a establecerlos para protegerse de los submarinos alemanes, que ejercían el mismo tipo de presión que los corsarios de los siglos XVI y XVII.
El problema estaba en que lo que podía ser razonable en 1550 no lo era en 1650 y mucho menos en 1750. Para que un sistema de monopólio estricto, con puertos limitados y convoyes protegidos, pudiera resultar exitoso era preciso que se mantuvieran algunas condiciones previas. Dos son las más importantes. La primera poseer un notable dominio del mar que permitiese proteger las flotas. Debe tenerse en cuenta que los convoyes solo son efectivos contra enemigos, como los corsarios, que son individualmente peligrosos, pero que nada pueden hacer contra una escolta de buques de guerra. Sin embargo, cuando España fue perdiendo el dominio global del mar en los espacios atlánticos, resultaba un irresponsable suicidio reunir en grupos los buques mercantes, cuando había paises capaces de oponer fuerzas superiores a las de los navios de escolta. De una manera parecida, para el funcionamiento del sistema de convoyes era también preciso que las potencias hostiles no contaran con bases perrnanentes en el continente americano desde las que interceptar las flotas. Hasta comienzos del siglo XVII no hubo otros asentamientos permanentes en América más que los españoles y portugueses, a partir de esas fechas la cosa cambió y el Caribe, lugar de tránsito obligado, se convirtió en un avispero de colonias de paises enemigos de las potencias ibéricas. La segunda condición para que funcionase un sistema como el español no era de caracter estratégico sino económico. Según un elemental principio comercial, las flotas españolas podían tener éxito si al llegar a su destino encontraban demanda para los productos que transportaban. Sin embargo, a medida que decaía el poder global de la monarquía española, holandeses, franceses e ingleses se las ingeniaron para navegar directamente a las Indias y llenar con sus productos de contrabando los puertos españoles. No se trataba ya de un contrabando interno por el cual los extranjeros utilizaban testaferros españoles para introducir sus manufacturas dentro de las flotas. Ahora era un contacto directo mucho más peligroso. Por otra parte, las mercancias que se enviaban en un convoy seguramente irían más seguras, pero esta seguridad implicaba costos muy altos: había que pagar la escolta; la pesada maquinaria burocrática que conllevaba la organizacìón de las flotas; las demoras de los intereses de prestamos y polizas de los seguros en unas expediciones siempre lentas, pues debían adaptarse a la velocidad del menos rápido de los veleros que componían la flota, etc.» In Pablo Emílio Perez-Mallaina, Viagens e Viajantes no Atlântico Quinhentista, coordenação de Maria da Graça Ventura, Edições Colibri, Faculdade de Letras de Lisboa, Lisboa, 1996, ISBN 972-8288-21-2.

Cortesia de Colibri/JDACT