terça-feira, 18 de fevereiro de 2014

Breve Historia de la Ordem del Temple. José Luis Corral. «Durante siglos se ha debatido sobre su inocencia o su culpabilidad, y ambas posturas han sido defendidas por notables intelectuales. Los cronistas medievales, mayoritariamente clérigos, han sostenido que la gente de la época sentía desprecio…»

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«La sola mención de la Orden del Temple suele despertar sentimientos contrapuestos: para unos se trató de un grupo de caballeros orgullosos y ávidos de poder, ansiosos de riquezas y de gloria mundana, que se comportaron con una soberbia y una altanería impropia de cristianos; para otros fueron creyentes modélicos que dejaron de lado todo para dedicar su vida al servicio y defensa de la cristiandad. Y no faltan quienes los consideran una secta de personas iniciadas en cultos esotéricos, practicantes de ritos cabalísticos y mágicos, guardianes de reliquias y poseedores de grandes secretos y tesoros ocultos. A nadie dejaron indiferente; ya desde el mismo siglo XII los templarios contaron con defensores y detractores: el cronista Guillermo de Tiro, que nació en Jerusalén hacia 1130, vivió en Francia e Italia y llegó a ser canónigo en San Juan de Acre y archidiácono de Tiro, muestra en su crónica, escrita hacia 1170, muy poca simpatía hacia los caballeros del Temple, y aprovecha cualquier circunstancia para atacar su forma de comportarse; el cronista inglés Mathieu París lanzó duras acusaciones contra ellos. Por el contrario, Jacques de Vitry, nacido hacia 1165 y fallecido en 1240, se mostró en su crónica de manera muy favorable a los templarios; y Bernardo de Claraval, uno de los santos más influyentes del Medievo, los elogió de manera superlativa en una obra escrita hacia 1130. Pero sin duda, lo que ha hecho del Temple la orden religiosa más atractiva de la cristiandad y sobre la que más se ha debatido es la manera en que desapareció. Desde que se decretó su supresión, a principios del siglo XIV, no han cesado de producirse especulaciones, algunas absolutamente fantasiosas, sobre las actividades de los templarios, su modo de vida, sus relaciones con otras sectas, sus pactos y convenios con los musulmanes o su pretendido secretismo.
Durante siglos se ha debatido sobre su inocencia o su culpabilidad, y ambas posturas han sido defendidas por notables intelectuales. Los cronistas medievales, mayoritariamente clérigos, han sostenido que la gente de la época sentía desprecio por el Temple, basándose en el rechazo que provocaba el rumor extendido y argumentado por indivíduos muy poderosos de que a los templarios sólo les guiaba la ambición de poder y la avidez de dinero. Dante Alighieri, que incluso ha sido adscrito al Temple por algunos estudiosos, coloco en La divina comedia en el Purgatorio (Purgatorio, Canto XX) a la dinastía de los Capelos, remante en Francia entre fines del siglo X y principios del XIV, a cuyos monarcas recrimina su avaricia; y amonesta en el día del Juicio Final al rey Felipe IV el Hermoso, al que acusa de hacer daño junto al Sena, falsificando la moneda, el que morirá herido por un jabalí (Purgatorio, Canto XIX). El poeta florentino no dudó en ubicar en el mismísimo infierno al papa Clemente V, el pontífice signatario de la supresión de la Orden del Temple, junto a los simoníacos (Infierno, Canto XXX). Voltaire escribió poco después de 1741 un breve texto titulado El suplicio de los templarios, que incluyó en su obra Ensayo sobre las costumbres, donde se muestra partidario de los templarios, a los que exime de culpa y considera inocentes. En su contra, el gran escritor escocés Walter Scott, en su legendaria novela Ivanhoe, atribuye a un caballero templario, al que llama Brian de Bois-Guilbert, todos los vicios que los detractores les asignaban, es decir, el orgullo, la arrogancia, la voluptuosidade y la crueldad.
Los estudios más actuales suelen mostrarse más amables con la actitud de los templarios; en la historiografía más reciente se presentan como una instancia rebelde y no sometida al poder eclesiástico de los obispos, con un balance final favorable y considerándolos inocentes de cuanto se les acusó en el proceso que se incoó contra ellos a comienzos del siglo XIV. En la inmensa mayoría de los juicios de valor a que son sometidos por la historiografía contemporánea, suelen salir indemnes y con el marchamo de inocencia. Creada para la defensa de los peregrinos, la Orden del Temple constituyó la principal línea de defensa de la cristiandad en Tierra Santa. Su historia corre paralela a la historia de las Cruzadas y el tiempo en el que se desarrolló desde su fundación hasta su desaparición (1119-1312) coincide de manera mimética con la presencia de los cruzados en los Santos Lugares (1097-1291). El Temple es, indiscutiblemente, el más ajustado paradigma de ese tiempo en el que las Cruzadas marcaron las discrepancias entre musulmanes y cristianos, sin duda la causa principal del rechazo mutuo que se extendería durante siglos y aún hoy continúa. A comienzos del siglo XXI la historia de los templarios sigue ofreciendo un extraordinário atractivo, aumentado si cabe por el recrudecimiento, tanto verbal como práctico, de la tensión entre el mundo occidental y el mundo islámico, que radicales cruentos y visionarios insensatos de ambos lados abogan por mantener vivo, y si es posible incrementado, para que no se disipe el enfrentamiento entre civilizaciones». In José Luis Corral, Breve Historia de la Ordem del Temple, Edhasa, Ensayo Editora, 2006, ISBN 978-84-350-2684-0.

Cortesia de Ensayo/JDACT