Cortesia de el País
Com a decida vénia a Iker Seisdedos
«El Prado saca a la luz en No solo Goya sus últimas adquisiciones de obra gráfica - El catálogo de la muestra es el primero editado en formato electrónico. Madrid, 6 de Maio de 2011. Definitivamente, es un mundo de paradojas. Una muestra llamada a celebrar la relevancia en el Museo del Prado de la obra en papel y el hechizo perpetuo de la tinta pasará a la historia como la primera cuyo catálogo será un libro... electrónico. El extenso aparato teórico y documental de No solo Goya delicada exposición que hasta el 31 de julio ocupará una de las salas de la ampliación de Moneo con 110 piezas entre dibujos, estampas y fotografías- cabe, en formato PDF, en un lápiz USB de los modestos. Pero encierra un saber enorme, según José Manuel Matilla, jefe del Departamento de dibujos y estampas del Prado. Nos ha permitido incluir información ilimitada sobre cada una de las piezas, así como hipervínculos y actualizaciones permanentes, explica el comisario. Entusiasta del nuevo formato para los asuntos académicos, ha sido el encargado de la selección, efectuada entre las obras adquiridas por el gabinete desde 1997. El trabajo está disponible para su descarga gratuita en la web de la pinacoteca.
Miguel Zugaza: Son
verdaderos objetos de arte, a veces, los más elocuentes La exposición,
exquisita en dimensión y ambiciones, se presentó ayer como un doble acto de
justicia poética. Con ella, se reivindica el papel de los trabajadores
meticulosos del departamento en las colecciones del Prado, un conjunto de unas
veinte mil piezas cuyo corazón sigue siendo en pleno siglo XXI el Legado Pedro
Durán, de 1931. A ello contribuye
sin duda la puesta en escena: la sala, acondicionada en la penumbra para no
dañar las obras, está situada bajo el lugar donde se aloja el gabinete desde 2007, cuando, tras la ampliación, el
equipo pudo disponer por primera vez de una sede. La otra defensa la desplegó
Miguel Zugaza, director del museo: Estamos aquí para poner el valor del
dibujo como disciplina artística. No cuenta con la visibilidad de otras, pero
eso no le resta grandeza. Son objetos de arte, a veces, los más elocuentes.
El
título, variación de aquella firma con la que el genio aragonés rubricó un
retrato de la duquesa de Alba, no es casual. No solo de Goya viven las
recientes adquisiciones del gabinete. Se han incluido, claro, varias obras del
pintor (desde cartas procaces firmadas desde el exilio bordelés hasta la pieza
más cara, el Toro mariposa,
adquirida por Cultura en 2006 por
1,9 millones de euros). Pero el protagonismo es esta vez (pese a una obsesión
declarada del departamento por Goya) para delicadas piezas de los maestros
españoles, catas de colecciones importantes, cuadernos de artista o hasta
negativos de cristal.
La
muestra se ha dividido en ocho partes: los dibujos españoles (con
sobresalientes aportaciones de Ribera, Paret, Alonso Cano o un sensacional
Francisco Pacheco); el inagotable Goya; la colección Madrazo (además de
pintores capitales del XIX español fueron avezados coleccionistas de, entre
otras piezas, un diminuto dibujo de Fortuny); la colección Cervelló (que llegó
asociada a la impresionante biblioteca); o los cuadernos de dibujos. Al final
aguardan tres secciones de fotografía: la dedicada a los álbumes (de Thomas
Harris o Jean Laurent), la que emplea al museo como modelo y otra que estudia
la relación entre la disciplina y los artistas.
Tras
el recorrido, quedan fijadas las varias misiones del dibujo. Sirve como fin en
sí mismo (El
juicio final, de
Francisco Pacheco, acaso el más importante del siglo de oro y todo un canto a
la minuciosidad); como elemento preparatorio (ese primer estado de la vista
norte de la romana Galería Fornese, de Volpato); o como pista biográfica del
artista, cuya intimidad queda retratada en su forma de emplear un cuaderno.
El
conjunto, admite Matilla, respira cierta contemporaneidad. En estos tiempos en
los que el arte y la vida se obsesionan con el archivo (del grandioso Google a
las memorias exógenas o el anacrónico coleccionismo físico), estos trozos de
papel, pedazos de historia cuidadosamente iluminados, adquieren en el Prado una
nueva e insólita dimensión. Cuaderno
italiano, de
Salvador Maella. Francisco Pacheco. Tinta parda a pluma, aguada de tinta parda
y trazos de lápiz negro, 553 x 387 mm h. 1610 - 1614. Adquirido en 2010 por el Museo del Prado». In El
País, Iker Seisdedos, 2011.
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